Homosexualidad Rebelde.

Ecce Oso

El sector más combativo, enérgico y progresista de los homosexuales mexicanos nos hemos aglutinado en torno al Frente Homosexual de Acción Revolucionaria que, partiendo de una conciencia de clase, hace suyas las reivindicaciones de la clase trabajadora reprimida y se solidariza con ella, exigiendo a la vez su solidaridad, contra la represión policiaca en todo México contra los homosexuales. - Documento FHAR, julio 1978.

Por aquel entonces recién comenzaba a tener consciencia de mi participación en el primer movimiento homosexual de México. Fue la época en la que el closet nos escupió a mí y al maldito vago del quinto piso, mientras mi madre soltaba un aullido de sorpresa, lamento y odio, lanzando manotazos en contra de esa espalda desnuda, apurada en contorsión y huida, que buscaba desesperadamente su tenis izquierdo; recuerdo: qué absurdo, ese pinche tenis que regresaba a ser suyo en dicho instante en que ya sabía que no nos volveríamos a ver, o no de la misma forma; ese tenis que forraba mi pie izquierdo desde que comenzamos a andar unos meses atrás, y que ahora buscaba llevarse en medio de la confusión de eso tan irreal que nos estaba pasando.

Tenía 19 años en 1973. Para mí y para varios otros que tuvieron la fortuna de toparse con las organizaciones homosexuales que comenzaban a gestarse por aquellas épocas, los 70‘s fue una década excepcional. Nos tocó formar parte, aunque fuera de manera irrelevante, del inicio militante del movimiento homosexual en el país, donde los primeros grupos de hombres y mujeres gay comenzaron a alzar la voz en contra de la opresión social y el hostigamiento e intransigencia que las autoridades ejercían sobre nosotros. Las redadas policiacas en las que se violentaban y extorsionaban a las minorías sexuales eran comunes e ignoradas. La discriminación y los prejuicios doblemoralistas eran fomentados por los medios de comunicación. Cuando Nancy Cárdenas apareció, en enero del 73, con su cabello corto un poco esponjado, mostrando su rostro alargado de ojos grandes y nariz pequeña en el noticiero “24 horas”, a lado de la asquerosa cara sin forma de Jacobo Zabludovsky, y habló, como ninguna antes, de la situación legal de los homosexuales, de su persecución y represión en el país,  de la igualdad de derechos, y de las distorsiones que el psicoanálisis y la psiquiatría hacían de la homosexualidad, la situación comenzó a cambiar. En 1975, un grupo de lesbianas extranjeras se postraron ante la Conferencia Mundial por el Año Internacional de la Mujer, haciendo hincapié en el desdén generalizado que la lucha de las lesbianas recibía de sus compañeras de movimiento. Fue un escándalo. Según me contaría Nancy mucho después, aún sus compañeras de ideología comunista abandonaron el recinto. Al día siguiente, en el Excélsior se podía leer: “lo que repugna es que ellas quieren que su padecimiento se considere como estado normal, su enfermedad como salud, con lo cual no hacen sino probar que su caso clínico ha llegado a verdadera gravedad”. Sin duda, no esperaban todo lo que venía.


El maldito vago se llamaba Jorge y asistía a la Preparatoria Popular “Mártires de Tlatelolco”; yo estudiaba en la Escuela Nacional Preparatoria no. 7. La reputación de la prepa popular era lamentable, la institución estaba plagada, según los sectores más conservadores, de subversivos, vagos y malvivientes peligrosos. Por eso mi madre le llamaba vago, por sus pantalones sucios y rotos que dejaban sospechar un poco de muslo y vello; por su cabello siempre descuidado que todos los días le otorgaba una maraña distinta; por la manera en que su quijada era invadida por una barba uniforme, dando poder a su rostro que, junto a su actitud transgresora y distante, inquietaba a las madres abnegadas. Él tenía 21. Nos conocimos poco después de lo de Nancy en el 24 horas. Recuerdo haber visto la entrevista con mucha atención; ya sabía yo que los hombres me provocaban erecciones, así que volqué toda mi atención en los labios y en la voz de esa mujer que se declaraba homosexual frente a todo México. Sentí un vacío en el estómago, como de vértigo o náusea. Mi padre quería que quitara esa chingadera, supongo que le incomodaba. Nadie hizo caso.

Jorge vivía en un departamento 3 pisos más arriba que el de mi familia. Tenía 2 hermanos mayores que hacía mucho no veíamos. Mi madre solía decir que uno era un drogadicto y que el otro era un alcohólico, que los vicios los habían perdido y que ahora vivían en todos lados y en ningún lugar, durmiendo en las calles y comiendo basura, como perros. El alcoholismo de su padre era más discreto y peligroso. Sabía mantenerse en un estado de ebriedad intermedio, donde era capaz de actuar con relativa naturalidad, pero siempre un poco torpe, un poco triste; trabajo y alcohol lo mantenían deshecho, aunque la razón real de su amargura era el vacío de su mujer; la actividad frenética y la inconsciencia eran mera negación de su realidad.

El día 28 de junio de 1969 se desató en EUA lo que se podría considerar la tercera etapa del movimiento homosexual mundial, con los violentos disturbios entre la policía y un numeroso grupo mixto gay, en un bar del barrio neoyorquino Greenwich Village. Las redadas policiacas eran cosa de todos los días, la violencia física y psicológica con que se detenían a hombres y mujeres homosexuales era validada por el gobierno y la sociedad; la incertidumbre laboral era grande puesto que el gobierno despedía a sus trabajadores homosexuales y expulsaba de la milicia a todos aquellos que fuesen acusados de homosexualidad. Cientos de gays y lesbianas fueron encerrados en institutos mentales, donde sufrían diversos tratamientos que buscaban reintegrarlos a la normalidad social. Los shocks eléctricos, e incluso la lobotomía -aquel absurdo procedimiento en el que te rebanan el cerebro-, eran populares en esa época.


Noche del viernes 29 de junio de 1969, altercado en el "Stonewall Inn".
El altercado en el “Stonewall Inn” agudizó la acción de un grupo que había venido ganando consciencia de su identidad, de su necesidad de unión debido a la marginación obligatoria, a la condena y al abuso legal del que eran objeto. La creciente ola de protestas y movimientos sociales en la década de los 60’s, favoreció el re-despertar del movimiento homosexual. La comunidad LGBT se unió al movimiento afroamericano por los derechos civiles, a la contracultura antibélica que exigía la culminación de la guerra de Vietnam, a los movimientos estudiantiles y a los movimientos feministas que emergían como parte de la revolución sexual. El final de tal década significó un intenso movimiento político en todo el mundo; la juventud inquieta vibraba en todos los países, gritando, exigiendo y despertando.

Acá en México no se supo demasiado, teníamos nuestros propios problemas y matanzas. Yo me enteré después, cuando Jorge comenzó a hablarme de todo lo que él ya sabía. Había estado cerca del Frente de Liberación Homosexual; formado en agosto del 71, después de que un grupo de intelectuales, artistas y estudiantes cercanos a la facultad de filosofía y letras de la UNAM, comenzara a reunirse debido al despido injustificado de un empleado de no-sé-qué SEARS, por su conducta supuestamente homosexual. La organización se mantuvo viva poco más de un año, armando discusiones, fomentando lecturas, compartiendo la información que se tenían de movimientos similares o vecinos.

A finales del 73, Jorge ya era mi amigo. Lo vi un día en Chapultepec, leyendo, y no pude evitar detenerme a observarlo. Me pareció intensamente atractivo. Sentado, recargado sobre un árbol alejado, vestido de negro, con la cabeza despeinada inclinada hacia el libro, y las pantorrillas descubiertas replegadas hacia sí. Tal vez era que nunca lo había visto leer, ni creí que lo hiciera, pero cautivó mi atención. Yo iba tarde a una reunión con unas amigas, pero frené la marcha y, tras unos minutos de duda y nervio, decidí acercarme, al fin que no perdía nada y a la libido hay que obedecerle. Platicamos un poco sobre literatura. Él había leído mucho más que yo, y me quedé pronto sin argumentos o ideas. Después hablamos sobre la prepa, que ambos estábamos por abandonar. Era un tipo muy interesante, no hablaba demasiado, pero lo que decía denotaba la seguridad que el conocimiento otorga. Al final de la noche, yo sabía que él era homosexual y él sabía que yo me decía confundido. Estaba por cumplir los 20 años y no me sentía nada listo para decirle a nadie (aunque me comenzara a fascinar su persona) sobre mi innegable gusto por los hombres. Afortunadamente, conocerlo implicó un cambio gigantesco en mi vida, pues comencé a reafirmar y a aceptar mi homosexualidad, gracias al contacto con más personas similares. Fue un proceso largo, que ahora observo de lejos con curiosidad.

En 1974 ingresé a la UNAM y comencé a estudiar Letras Hispánicas. Seguía siendo amigo de Jorge, pero me distancié un poco. A pesar de comenzar a tratar a sus amigos y conocidos (incluyendo a Nancy Cárdenas), el miedo a que mis padres se enteraran de mi contacto con esos desviados, como ellos decían, era mayor. Además que estar demasiado cerca de él terminaba por afectarme anímicamente, pues me hablaba de un tal Piel Divina, un poeta con quien tenía encuentros ocasionalmente. Toda la estructura social estaba en mis hombros y, para no pensar el tiempo entero en la asfixia, dediqué la mayoría de mis horas a la lectura y la escuela. Fue durante ese año que Jorge comenzó a reunirse con un grupo homosexual llamado Sex-Pol, dirigido por un terapeuta de nombre Antonio Cue.

Era un colectivo un poco extraño. No era una organización, sino una especie de grupo de estudio que giraba en torno a las obras de Wilhelm Reich. Se discutía sobre psicología y política, en una especie de charla terapéutica. Jorge acudía a las reuniones de martes, pero terminó asistiendo también a las de miércoles; comenzaba a entusiasmarle cada vez más el enfoque político de la lucha homosexual. El grupo terminó por desintegrarse, pero sembró la semilla de lo que en unos años más, sería el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria.

La primera etapa del movimiento homosexual mundial nació en Europa, a finales del siglo XIX y a principios del XX, principalmente en Alemania. Heinrich Hössli publica Eros en 1836, obteniendo el título del primer militante del movimiento, al hacer de la homosexualidad un tema de estudio y teoría. Karl Heinrich Ulrichs desarrolla su teoría del uranismo y el tercer sexo en 1864, en Alemania. Karl-Maria Kertbeny acuña el término homosexual en 1868, en Hungría. Diversos pensadores comenzaron a teorizar y a discutir aquello concerniente a la homosexualidad, siendo los primeros en buscar argumentos para la despenalización de sus vidas y deseos, pues la condena y persecución han sido constantes en la historia de la humanidad. Pocos son los pueblos que no han castigado con las muertes más horribles a las mujeres y hombres homosexuales. Las tradiciones religiosas, que desde siempre han tenido una influencia incalculable sobre la vida del hombre, incorporan prejuicios absurdos en las mentes nada críticas de sus seguidores. Los primeros activistas alemanes buscaban paliar dichos juicios morales. Magnus Hirschfeld funda en 1897 el Comité Científico Humanitario, buscando justicia a través de la ciencia. Magnus estaba convencido de que un mejor conocimiento de la homosexualidad eliminaría la hostilidad hacia dicha comunidad. El Comité fundó, después, el Instituto para el Estudio de la Sexualidad, el primero de su tipo en el mundo. La petición principal de todo el movimiento era la de eliminar el artículo no. 175 del código penal alemán, cuya acción penaba las relaciones homosexuales masculinas. Tal artículo no se eliminó completamente sino hasta 1994.

Miembros del Congreso Internacional de la Liga que tuvo lugar del 1 al 5
de julio en Copenhague.
A la par, otros pensadores hacían lo propio. El anarquista alemán Adolf Brand funda en 1896, la primera revista para homosexuales de la historia, Der Eigene, y alrededor de ella congrega a un gran número de hombres que pasan a formar la Comunidad de los Propios. Este grupo fue ampliamente criticado por su posterior desarrollo hacia la misoginia y la ideología nazi. En 1921 se realiza el primer Congreso para la reforma Sexual y en 1928 el segundo, de donde surge la Liga Mundial para la Reforma Sexual, conjuntando personas de Chile, Egipto, Estados Unidos y Francia, entre muchos otros países. Hubo más congresos pero eventualmente la liga se disolvió. Los ascensos del estalinismo en la URSS y del nazismo en Alemania, destruyeron de un golpe la mayoría de los pequeños logros alcanzados. El Instituto para el Estudio de la Sexualidad fue destruido junto con toda la información relacionada al mismo. La comunidad homosexual que comenzaba a salir de las cavernas del anonimato, fue recluida y asesinada en los campos de concentración del Holocausto. La liberación que comenzaba en la Unión Soviética con la eliminación de cualquier penalización legal a la homosexualidad, tras la llegada de los Bolcheviques al poder, se esfumó del todo con la victoria de Stalin y la vinculación de la homosexualidad con el enemigo Alemán.

De todo eso me hablaba Jorge cuando se le desbordaban las ganas de expulsar sus ideas. Me explicaba que la mayoría de la población sufría algún grado de trastorno neurótico ocasionado por la fuerte represión sexual que el sistema capitalista necesitaba para sobrevivir; que dentro del capitalismo jamás podríamos alcanzar una sociedad con salud mental, y que únicamente a través de la abolición de la sociedad de clases y de la revolución socialista, los hombres y las mujeres, homosexuales, heterosexuales y demás, podrían alcanzar la plenitud en su vida.

El año de 1978 fue el que cambió todo. El vago y yo decidimos ir a un bar de ambiente del que nos había hablado Yan María, una de sus conocidas socialistas que no hace mucho había regresado de Europa y había fundado un pequeño grupo llamado Lesbos. El lugar estaba cerca del Monumento a la Revolución y se llamaba El Topo. Cerca de las ocho de la noche hubo una redada donde la policía llegó a golpear al que encontrara, lanzando gases lacrimógenos para que todos los que estaban al fondo salieran a medio ahogar. La mayoría de los detenidos eran hombres, aunque Jorge creyó reconocer a una de las amigas de Yan entre las mujeres. Al principio quería acercarse a echar pleito, pero lo convencí de que no, porque la cosa terminaría peor. Pinches puercos, gritaba.

Ese altercado encendió algo que no sabía que existía en mí, una necesidad terrible de gritar y golpear y romper y llorar, comenzaba a invadirme. El enojo de la impunidad y la rabia que me provocaba el no poder hacer nada por aquellos que bien podrían ser yo mismo, me hicieron interesarme por el movimiento político homosexual del que Jorge hablaba. La presión que las figuras paternas ejercían sobre mi juicio fue eliminada por la furia muda. Ya no me importaba lo que pensaran de enterarse.

Cuando algunos y algunas homosexuales comenzaron a reunirse en abril de 1978, con el interés de formar una nueva organización que peleara por los intereses de la comunidad LGBT, acudí sin dudar. Jorge tenía el contacto con la mayoría de ellos, así que me invitó y comenzamos a discutir nuestra personal forma de ver el problema y la mejor vía de acción que teníamos. No me considero fundador, pero sí era un miembro curioso y activo del recién formado Frente Homosexual de Acción Revolucionaria.

El FHAR abogaba por hacer trabajo real, atacar los problemas sociales inmediatos de los homosexuales, a través de las manifestaciones en contra de las razias, los plantones afuera de la cárcel para conseguir la liberación de los encarcelados injustamente, la defensa de las minorías aún más indefensas, como la comunidad travesti, y demás. En cierto modo, la idea del FHAR era la de reorientar a todos los homosexuales pertenecientes al lumpen-proletariado, en una especie de labor mesiánica y, ahora lo veo, sin demasiada dirección real.

Nos movilizamos por primera vez el 26 de julio de 1978, manifestándonos en la marcha en apoyo a la revolución cubana, en conmemoración de su cercano XX aniversario. Éramos alrededor de 30 personas agrupadas en un contingente mixto. Llevábamos pancartas y gritábamos consignas; estábamos muy emocionados por estar afuera, gritando nuestra homosexualidad, sintiendo el apoyo (o cuando menos la tolerancia) de los estudiantes y obreros. Ese día comencé a salir oficialmente con Jorge. Ambos abandonamos la marcha con esa sensación de empoderamiento que la adrenalina regala. Terminamos teniendo sexo en su casa, ya que su padre estaba demasiado ebrio como para darse cuenta. Dormimos abrazados, tras los numerosos orgasmos que la urgencia sexual nos exigió. Las piernas entrecruzadas. Los miembros relajados.

Al día siguiente hurté su tenis izquierdo. O lo intercambié, mejor dicho. Calzábamos del mismo número y siempre me habían gustado sus tenis. Esa estrella roja bordada en la tela negra, me parecía irresistible. Le dejé el mío, negro igual, pero sin chiste alguno. No le gustó la idea, pero no dijo demasiado.
Marcha del 26 de julio de 1978 en apoyo a la Revolución Cubana,
se muestra al FHAR movilizándose.

La marcha causó revuelo en la prensa pues éramos el primer grupo homosexual que se hacía visible, provocando que se nos acercaran más personas. La organización comenzó a crecer con una abrumadora mayoría masculina. Al inicio se habían acercado Yan María, Tina y sus amigas, pero se alejaron pronto pues decían que, aunque comprendíamos la lucha lésbica, resultaba imposible coordinar sus demandas lésbico-feministas con la nuestras. A mí me pareció que el feminismo separatista comenzaba a ganarle a su visión socialista, pero no dije nada porque apenas y la conocía, y porque en el fondo sabía que tenían un buen porcentaje de razón. Algunos dicen que se peleó con un integrante del colectivo Mariposas Negras, otro miembro del FHAR, pero nunca lo supe a ciencia cierta. Por ese entonces Lesbos ya había dejado de existir, y las chicas formaban ahora un grupo de nombre Oikabeth.

Para la marcha del 2 de octubre ya habíamos formado la Coordinadora de Grupos Homosexuales (CGH), en coordinación con Oikabeth y Lambda, otro grupo homosexual de reciente creación que se encontraba vinculado con el Partido Revolucionario de los Trabajadores, manifestándose como feminista y socialista de corriente trotskista. Lambda era mixto y contaba con una importante participación femenina, aunque la diferencia más marcada era la del liderazgo del grupo; el FHAR tenía a Juan Jacobo y a Ignacio y Oikabeth tenía a Yan María. Lambda no estuvo centralizado en tan pocos individuos debido a que la mayoría de sus bases tenía ya un cierto grado de consciencia política y de clase.

Cuando comencé a andar con Jorge entré en una temporada de idiotez absurda. Nunca me había enamorado y al parecer me estaba sucediendo demasiado rápido. Jorge siempre me había atraído en sobremanera debido a su inaccesibilidad, a su misteriosa forma de ser que me excluía de la mayoría de sus pensamientos e ideas, salvo cuando ya no aguantaba el vómito y hablaba durante horas, en un soliloquio largo que yo no interrumpía, porque si lo hacía, se le sellaba la boca y de nuevo había que escuchar sus respuestas cortas, minuciosamente planeadas. Siempre me quiso, lo sé por la manera en que me observaba, pero ahora comprendo que en realidad nunca se enamoró de mí. Resultaba demasiado demandante y él estaba acostumbrado al silencio perpetuo, a la calma de la reflexión, a otro tipo de amor, que yo en ese entonces no comprendía.

Supongo que si duramos juntos hasta octubre, fue porque el sexo era demasiado bueno. Sabíamos disfrutar de nuestro cuerpo y nuestra sexualidad, pues hacía mucho que habíamos abandonado el tabú innecesario del pudor en la cama. Con casi cualquier provocación, terminábamos con una erección tremenda que había que ocultar hasta llegar a algún lugar oportuno: un terreno baldío, un hotel, su casa. Me encantaba su cuerpo, ni robusto ni flaco, con un abdomen poblado que denotaba fortaleza, no vanidad. Su barba y su pecho, sus brazos y sus piernas. Sus nalgas. Su sexo. Todo él me encantaba y estoy seguro que yo también a él. Se convertía en otro cuando la situación lo ameritaba, podía ser tan dócil como rudo, tan sensible como fascista. Qué buen sexo teníamos. En eso sí que nos entendíamos.

La segunda etapa del movimiento homosexual a escala mundial, tuvo su mayor auge en Estados Unidos, aunque también se desarrolló en otros países, como Suiza, Países Bajos, Alemania Occidental, Francia, o el Reino Unido.

Durante la primera guerra mundial, Henry Gerber, un inmigrante alemán residente en Chicago, fue enviado por el ejército estadounidense a trabajar como editor en Coblenza, Alemania. Mientras estuvo ahí, escuchó acerca del Comité Científico Humanitario y de la novedosa ebullición homosexual en la capital Alemana. Al regresar a América, funda en 1924 la Sociedad por los Derechos Humanos, que se convierte en la primera asociación americana en defensa de los derechos homosexuales. Sin embargo, pocos meses después, la mayoría de sus integrantes son arrestados debido a una filtración de información y tras publicar dos números de su boletín “Amistad y Libertad”, la asociación se disuelve. La Sociedad sirvió de vínculo entre el movimiento homosexual alemán y lo que poco tiempo después sería conocido como el movimiento homófilo estadounidense. Éste queda formalmente inaugurado con la creación de la Sociedad Mattachine, en 1950, que pretendía liberar a la comunidad homosexual oprimida y ofrecerle una serie de servicios legales y psicológicos, a la vez que luchar y ejercer presión para conseguir la revocación de leyes discriminatorias. Fue la primera en su tipo en América, pues, a diferencia del movimiento de Gerber, ésta perduró y peleó. Era una organización de pensamiento y estructura comunista, cuyos integrantes fueron fuertemente perseguidos durante la caza de comunistas del senador Joseph McCarthy, provocando el posterior endurecimiento del grupo.

En 1952 se creó una escisión amigable de la Sociedad Mattachine, dando origen a la organización ONE, en cuyas filas ya había mujeres y que comenzó a publicar la primera revista homosexual en América, haciéndolo de manera continua hasta 1967. Entre los Mattachine y los miembros de One, dieron impulso a la asociación Hijas de Billitis, fundada en el 55 por un grupo de lesbianas que buscaban reivindicar su lucha. La organización prevaleció hasta los 70, década en la que se extinguió por tensiones internas ante la disyuntiva de apoyar el movimiento feminista o el movimiento gay. A la larga, las asociaciones llegaron a consolidarse en la NACHO (Conferencia Norteamericana de Organizaciones Homófilas) en 1967, pero se disolvió en 1970. De 1950 a 1969, el movimiento homosexual se refirió a sí mismo como homófilo, buscando eliminar todo lo peyorativo del aspecto sexual, centrándose en el aspecto del amor entre iguales. Su postura era blanda comparada con los movimientos que le pre y sucedieron, motivo por el cual su impacto no fue demasiado grande pues dejaba al margen a toda la población no-moderada, como los hombres afeminados y las mujeres masculinas, o la siempre creciente población travesti. Toda esa concentración marginal, mayoría sin duda, comenzó a generar su propia consciencia grupal y a reunirse en barrios similares a los de su propia condición excluida, prescindiendo de cualquier asociación moderada que los forzara a adoptar actitudes ajenas a ellos. Es por ello que en 1969, tras las revueltas de Stonewall, el movimiento resurge de su posición blandengue para salir a pelear por sus derechos, menospreciando el término homófilo y retomando sus propias identidades como estandartes, ideas que eventualmente llegaron a inspirar la aún discutida teoría Queer.

El declive de mi participación activa en el movimiento vino con la marcha del décimo aniversario de la matanza de Tlatelolco. Algunos integrantes de Lambda no estaban seguros de dar la cara y salir en contingente, cosa que generó un debate entre los miembros del FHAR, pero sobre todo, entre Jorge y yo. Él insistía en la necesidad de empujar a dichos miembros fuera del closet, de impulsarlos como a los niños que aprenden a nadar cuando sus padres los avientan a la profundidad incalculada. Yo me oponía a su postura, le decía que todo era un proceso y, aunque le concedía que su estrategia pudiera funcionar en algunos casos, no consideraba que lo que proponía fuese ético. Como es costumbre en las discusiones entre rojos -ya me consideraba uno por aquellas épocas-, los argumentos no cesaban y el ánimo fue incrementando. Nuestros problemas personales comenzaron a mostrarse uno a uno, al grado que, aunque él nunca perdió el control, terminamos casi al borde de los golpes.

Fui a marchar con los del Frente, las Oikabeth y los que se animaron de Lambda, que eran la mayoría. Vi a Jorge pero no nos hablamos. Estaba profundamente molesto por sus reproches que no lograba asimilar. La marcha iba con ánimos y enojo, potente y furiosa, pero yo estaba en otro lado. Apenas recuerdo haber asistido. Ya sabía que todo había terminado.

Una semana después, Jorge apareció en la puerta de mi casa. Supongo que esperó hasta ver salir a mis padres para tocar y preguntarme si podía pasar. Hablamos. Él estaba más serio de lo habitual y me explicó las razones por las cuales prefería estar sólo. Yo las comprendí todas pero no quería aceptarlas. Le dije que podía cambiar algunas cosas y que el tiempo podría decidir. Él dijo no. Aún no sé cómo pasó, pero esa charla culminó en el episodio que ya narraba al principio. Estábamos cercanos al sexo cuando mi madre, quien se supone estaría fuera la tarde entera, entró por la puerta y, llena de horror, se lanzó en contra de Jorge quien alcanzó a huir, con todo y tenis, hacia el corredor.

Ya nada fue lo mismo, caí en una depresión bizarra, me alejé del FHAR y de Jorge. Retomé de lleno la universidad debido a que estaba a un año de culminarla y era lo único que en ese momento me proporcionaba algo de estabilidad, si no emocional, sí mental. En mi casa no estalló la bomba que esperaba. Tuve una fuerte discusión con mi madre tras la que decidimos no decirle nada a mi padre. En cierta forma, dicho suceso terminó por unirnos más con el pasar de los años, aunque durante los primeros meses le costaba verme a la cara o dirigirme la palara.

Al año siguiente, en junio de 1979, la CGH llevó a cabo su primera actividad propia: la marcha del orgullo homosexual. Según me contó Yan (nos vimos algunas veces más) los del FHAR y Lambda habían tenido discrepancias, o más bien, con la importancia del evento, por ser el primero en su tipo, se acentuaron las diferencias que siempre habían existido. El FHAR planteaba que la política de los estereotipos era la manera “más radical de revertir el sentido sexista y de las palabras e imágenes impuestas”, mientras que Lambda, en una posición más homófila, creía que dicha actitud le hacía el juego a la ideología opresora. Ambos tenían razón. Una de las tantas cosas por las que considero que el movimiento se fue al carajo, fue por la incapacidad de las organizaciones de conjuntar la realidad inmediata (la problemática grave de los sectores homosexuales más marginados, que eran la mayoría, y que el SIDA vendría a remarcar cruelmente después) con la comprensión de la teoría, según la cual, los vicios de la personalidad eran provocados por el sistema del que formamos parte y, por ende, son prescindibles. Se esperaba así, que un travesti que deseara entrar a una organización debería abandonar su personalidad formada durante tantos años. Esperar ese tipo de cosas me parecía ridículo.

El problema de vinculación entre la teoría y la realidad es controlable en grupos pequeños, pero en cuanto las organizaciones comienzan a crecer desmedidamente, se abre una brecha inevitable entre los que comprenden y actúan en consecuencia, y los que en realidad no entienden mucho. Tal cosa sucedió en Oikabeth. Inició casi como un grupo de autoayuda, para después pasar a ser una organización socialista que nadie (salvo Yan y las militantes más antiguas) comprendía bien. Eventualmente, las grandes masas de población flotante que aparecía y desaparecía, generaron un desajuste grande. Se creó un pre-grupo que se encargaba de politizar a las nuevas integrantes, pero éstas llegaban sin mucho interés en las ideologías políticas y veían la separación como algo elitista. Entre más chicas se acercaban, más descontrolado se tornaba todo. Creo que por las épocas en que yo me salí del movimiento, entraba Patricia Jiménez a Oikabeth, quien provocó parcialmente la ruptura de tal organización. 

Pride Propaganda
La crisis del movimiento empezó en la década siguiente. Para 1981, el FHAR se disuelve debido a una crisis político-administrativa. Extendieron un documento explicando la ruptura y dieron cabida a la creación de varios grupos autónomos (Colectivo Sol, Grupo de Homosexuales Revolucionarios, entre otros). Por su parte, Lambda comenzó a tener problemas internos debido a la división del trabajo que a muchos les parecía injusta, pues el trabajo intelectual y el físico parecía ser realizado siempre por las mismas personas, generando una especie de hartazgo y resentimiento. A finales del 82, tal organización inauguró un local, que además de dar alojo a las actividades del grupo, se orientaba a remediar la carencia de espacios político-gay y sociales. Sin embargo, la administración de un proyecto tan complejo (atención médica, cafetería cultural, biblioteca, etc.) agotó a los militantes más comprometidos, alejándolos en mayor o menor medida. El local se cierra en 1984 y, aunque hubo algunos intentos por hacer sobrevivir al grupo, la desaparición de Lambda fue inevitable.

Oikabeth no tuvo una suerte demasiado diferente. Una pequeña sección anarquista que no estaba de acuerdo con la segmentación del grupo, comenzó a desestabilizar la de por sí poca estabilidad del movimiento, generando la ruptura entre las 3 militantes más comprometidas que decidieron separarse en tres distintas organizaciones, Yan funda el grupo Lesbianas Socialistas, que después se convertiría en Seminario Marxista Leninista de Lesbianas feministas. Luz María se mueve a Veracruz y crea el grupo Fortaleza de la Luna. Patria se queda al mando del nuevo Oikabeth de orientación anarquista, y se mantiene en él hasta 1984, cuando se disuelve.

Todas aquellas rupturas fueron favorecidas por las condiciones económicas, políticas y sociales del país. La crisis económica de 1982 fue uno de los principales factores de agotamiento. En octubre de ese año se anunciaban los incrementos de casi 100% a los productos básicos, la tortilla pasaba de 5.50 a 11 pesos. Los militantes que hasta entonces dedicaban la mayoría de su tiempo y energía a los movimientos, tuvieron que cambiar su estilo de vida. La mayoría se fue alejando en busca de una estabilidad económica que les permitiera enfrentar las nuevas condiciones que se les imponían.

En 1983 se registraron los primeros casos de SIDA en el país, pero no fue sino hasta el 85 que se reconocieron oficialmente. Durante esos años, los medios de comunicación reproducían el modelo de noticia americano, popularizando la enfermedad como una peste gay, favoreciendo la creación de nuevos prejuicios en contra del sector homosexual, anímicamente destruido. Esto, aunado a la nueva actitud de permisibilidad del gobierno, traducida en el cese a las redadas y la disminución de la criminalización, terminó por desaparecer cualquier ánimo de organización de la comunidad homosexual. Poco antes de la irrupción del SIDA, aparecieron los primeros bares autorizados para el gay clasemediero. Los vicios, buenos paliativos de la existencia miserable, se convertían en la nueva bandera de la homosexualidad marginada. El sistema destruyó el movimiento a través de la alienación y agotamiento de sus integrantes, de la creación de nuevos estigmas y del refuerzo de los viejos.

Hoy, las cosas no son muy distintas. La población homosexual, tanto masculina como femenina, sigue siendo oprimida por el sistema capitalista. La libertad que se nos ha otorgado es demasiado estrecha, pero se ondea orgullosa con el triste nombre de la tolerancia. La verdadera equidad entre seres humanos, independientemente de su orientación sexual o cualquier otro factor, está muy lejos de ser alcanzada. Las luchas actuales (cuando menos las que mueven a una mayor cantidad de personas) pelean los mismos derechos represivos que rigen la vida de los heterosexuales. La absurda importancia que se le otorga a la institución de la familia, matrimonio y adopción, evidencia la falta de comprensión profunda de las dinámicas económicas y sociales de las que somos consecuencia. Es necesario fomentar una visión crítica de los movimientos y del universo entero en general, una visión que invite a la búsqueda de las respuestas a través del ejercicio de la razón y de las manos, para que, sumando la conciencia de todos, se logre un cambio significativo en el orden actual de las cosas. Hombres y mujeres homosexuales debemos comprender que, más allá de nuestros derechos como minoría sexual, están nuestros derechos como ser humano, que más allá de la opresión sexual, se encuentra la opresión de la vida. De nada sirve pelear por las mismas garantías que los demás, cuando no son más que garantías de explotación y miseria. La lucha homosexual debe orientarse hacia la destrucción del sistema capitalista y del estado burgués, sino, no se estará persiguiendo la liberación real del ser humano.

Por su parte, la izquierda debe buscar la erradicación de dogmas, estigmas y prejuicios en contra de la población gay. No basta con reconocerla como compañeros proletarios, sino que hay que aceptar la complejidad de la sexualidad humana en sus diferentes expresiones, e invitarla a compartir su concepción del mundo. Concientizar a los sectores más marginales, desinformados y paradójicos, es un reto existente en toda lucha que en el fondo es la misma.

Año con año, a finales de junio, se realiza la marcha del orgullo homosexual como recordatorio del hito histórico que las revueltas en el Stonewall Inn significaron. Esta tradición no siempre estuvo infectada por la ignorancia, pues durante los 70’s, la lucha homosexual era representada por amplios grupos de fuerte consciencia política. Hoy, dicha marcha se ha convertido en un desfile sin consciencia. No se critica la forma, sino el fondo. De nada sirve ir a bailar encuerado si lo que se busca es insensato. Hay que bailar encuerados por las razones más válidas, por aquellas que no se quedan en lo inmediato y van más allá, aquellas que en verdad persiguen el derecho humano a la vida.

Estas conclusiones llegan a mí gracias al ahora largo camino que he recorrido en la historia. Al culminar la universidad me uní a una organización trotskista, donde invertía el tiempo libre que mi trabajo como editor me permitía otorgar. Mi breve experiencia militante en el nacimiento del movimiento LGBT, me dio una dirección política e ideológica sobre la cual seguir tratando de comprender el mundo. Cambié mucho en los años siguientes, ahora veo las cosas de manera distinta.

No supe más de Jorge.

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