Jonathan Vásquez
«¿Qué cree
usted que es un artista? ¿Un imbécil que sólo tiene ojos si es pintor, oídos si
es músico o una lira que ocupa todo su corazón si es poeta? Bien, al contrario,
es un ser político, constantemente consciente de los acontecimientos
estremecedores, airados o afortunados a los que responde de todas maneras. No,
la pintura no se hace para decorar pisos». (Picasso, a un periodista, tras la
Segunda Guerra Mundial).
Hace poco tiempo fui cuestionado en casa, acerca de
una pintura que nadie comprendía, donde sólo se miraba un caballo hecho de
triángulos; tuve que intervenir para explicar el contenido, así que dos
palabras emanaron de mi boca: paz y dolencia, y es que es necesario señalar el
contraste de ambos términos para comprender una gran creación. Si queremos
entender el Guernica de Picasso, es fundamental entender el marco histórico y
cultural en el que se inserta, pues, una pintura es considerada buena por el
modo en que está resuelta, es decir, en palabras del autor: “con el grado de
maestría con que ha sido pintada’’. La pintura no está hecha para decorar
habitaciones ni pertenecer a determinado grupo de personas, el afán de un
verdadero creador está en transformar la sociedad, por eso Picasso crea la obra
citada, encontrando en la devastación provocada por el bombardeo a la ciudad de
Guernica, la inspiración para el tema que hasta entonces no había podido
concretar.
Con el propósito de dar a conocer ante el mundo las
atrocidades cometidas por la guerra (en un lienzo donde la composición y el
color se traducen a un argumento universal contra toda barbarie provocada por
la voluntad de poder) Picasso logra sumergir al espectador en el clima de
muerte y destrucción que se suscitó durante la Guerra Civil Española. Si hay
algo que hace a estas grandes obras tan especiales, es que trascienden ante
cualquier discurso culto o retórica histórico-artística, nos llevan a unas
dimensiones y a un espacio que tienen muchas lecturas. En Guernica no hay
bombas, ni aviones ni soldados, pues la simplicidad y honestidad en el trazo
realizan todo el trabajo; más allá de escuchar a los expertos, es más
importante escuchar a los que no lo son, por eso el afán de contextualizarlo a
una situación cercana y clave para la historia político-social de Oaxaca: el
2006.
Yo, más que decir lo que es ‘Guernica’, intentaría
escuchar lo que otra persona cree que es. 2006, el año donde se demostró la
inconsistencia del poder político y el sistema económico preponderante, año
donde se reveló ante todo el mundo la injusticia, impunidad, corrupción,
prepotencia, inequidad e indiferencia hacia la población por parte del aparato
estatal; que obligó al pueblo a salir a las calles, tomar los medios y lo más
importante: perder el miedo.El movimiento jugó un papel determinante en la vida
de todos los habitantes, pues a pesar de los numerosos operativos de represión,
se comprendió la condición infructuosa del poder avasallante y, mediante el
respaldo popular, se esbozaron las bases de su futuro derrumbamiento. Es aquí
donde entra el Guernica actual, trazado a partir de los sucesos clave, los
rostros de hartazgo y sufrimiento del fenómeno de insurrección más cercano a
nosotros.
Picasso expresó su deseo de que el cuadro no
volviera bajo ningún concepto a España, mientras no se restableciera la
democracia. Lo único que salvaría pedir es que la producción artística actual
no favorezca los intereses de la clase dominante, la cual pide un arte que
corteje y adule su gusto mediocre, pues así como Picasso lanza un grito a la
barbarie, en la Guernica o Oaxaca 2006 se lanza un grito a la justicia e
impunidad y un llamado a la acción. •
Oaxaca 2006. (Inspirado en Guernica, Pablo Ruiz Picasso, 1937) Jonathan Vásquez, 2014. |
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