La conmoción en el mundo árabe.


Uno de los contextos históricos que preceden sin duda las insurrecciones actuales en los países del norte de África y el medio oriente, es el periodo de consolidación de las burguesías nacionales y el imperialismo. Como es sabido, la mayoría de estos países arrastran una historia de colonización intensa, marcada por el esclavismo y el saqueo a costa de las nacientes potencias europeas del siglo XIX. Así, por ejemplo el llamado “reparto de África” sentó las bases para la el dominio del imperialismo occidental que hasta nuestros días se ha fortalecido.
Diversas medidas económicas impuestas por potencias colonizadoras (Francia, Alemania, GB, España, Portugal y posteriormente EUA) generaron este fortalecimiento de las burguesías nacionales mismas que establecieron durante décadas, regímenes autoritarios y ambiciosos hundiendo cada vez más en la miseria a las poblaciones de los países colonizados.
La intervención de potencias imperialistas y de sus fieles aliados geopolíticos es la constante en cada episodio de insurrección, oleadas de violencia, guerra civil o caos social que se han generado en el mundo. Casos como el Genocidio en Ruanda en la década de los 90’s del siglo pasado, demuestran la hipocresía del sistema capitalista y la incapacidad de organismos como la ONU para la solución de conflictos humanitarios arguyendo a la situación de los conflictos tribales para mantener el caos y sacar el mejor provecho mediante intervenciones militares, invasiones y ataques armamentistas aparentemente justificados.  
Un rasgo que sin duda caracteriza a diversos países del Norte de África es su oleada de independencias entre los años 1950 y 1970. Libia, Túnez, Marruecos, y otras regiones no integradas como el Canal de Suez, Djibouti, o Yemen del Sur adquieren sus independencias. Este proceso tardío de consolidaciones nacionales resultó ser también un gran freno para el desarrollo de las fuerzas productivas en la mayoría de los países, lo que derivó también en un proceso de lento surgimiento de la clase obrera local. Aunado a las condiciones de precariedad laboral, miseria, pobreza, hambrunas, epidemias y diversas calamidades que azotan al pueblo africano, se encuentra el enorme peso de los intereses capitalistas por recursos naturales de importancia estratégica. En el pasado fueron el oro, el marfil y los diamantes, ahora es el petróleo y el gas natural.
La misma situación ocurre en los países del oriente medio, particularmente en la península arábiga y el Golfo Pérsico, donde Yemen, Bahréin, Irak, o la propia Saudí Arabia están dentro de los países con las mayores reservas probadas de petróleo.
Esta zona del mundo ha sido un tablero de maniobras internacionales fundamentales para el fortalecimiento del capitalismo y el desarrollo económico principalmente de Europa y EUA a costa de la polarización de las problemáticas sociales y el aumento de la pobreza que se demostró más con la reciente crisis económica. Por ello no es de extrañar que las condiciones para la insurrección estuvieran más que maduras y que la clase trabajadora, al igual que otros sectores no propiamente obreros, salieran a las calles para exigir las renuncias o destituciones de sus gobernantes en turno que durante décadas han servido a intereses extranjeros.
Algunos analistas internacionales descartan la supuesta intervención de organismos fundamentalistas como Al Qaeda, o la Hermandad Musulmana (ambas organizaciones llamadas de “resistencia islámica”) pero el islamismo, tan arraigado en estas poblaciones del mundo, es un factor más de dominación y control social, que ha resultado en una arma ideológica bastante efectiva y que ha tenido frutos espaciales concretos a través de por ejemplo la formación de la República Islámica de Irán, además de que es el principal motor del terrorismo individual que atemoriza a la vez que enajena a las poblaciones musulmanas ocasionando la pérdida de miles de vidas al año. La principal tarea respecto al fundamentalismo islámico no es aprobar la teoría de que es un movimiento anti régimen, sino brindar la mayor claridad política e ideológica que permita discernir entre redes de confusiones y verdaderas alternativas de cambio social. El mejor ejemplo de este tipo de estrategias religiosas e ideológicas es el régimen de Duvalier en Haití, que durante casi 20 años sumió a la población en altos niveles de superstición y enajenación con el llamado vudú, todo para contrarrestar el descontento social y el levantamiento de las masas, esta dictadura terminó en 1986 con una insurrección popular pero la situación de Haití, está por demás decirlo, no cambió en fondo más que de forma.
La situación de la diversidad étnica, cultural, ideológica y religiosa que impera en diversos países de la zona es también relevante, y no pretender medir con el mismo rasero cada uno de sus procesos es tal vez la mejor de las tácticas. Sin embargo hay cuestiones generales que la teoría marxista nos explica para identificar situaciones revolucionarias y encontrar las tareas a  realizar por parte de las capas más consientes del movimiento obrero.
La teoría de la revolución permanente no sólo explica el hecho de que en el acontecer mundial, los sucesos pueden comenzar en un territorio específico y extenderse de manera casi incontrolada hacia nuevos horizontes, sino que también explica que esta cuestión en ocasiones se da a través de los eslabones más frágiles de las cadenas del capitalismo. De igual manera, en los países ex coloniales, la principal estrategia de los marxistas revolucionarios no debe ser conseguir las medidas de corte democrático burgués, como la caída de las monarquías, dictaduras o la alternativa de la asamblea constituyente. Con esto no se intenta decir que estas medidas son pérdida de tiempo, está claro que son importantes pasos en la lucha por una democracia obrera, pero ante todo, el quehacer de las capas más consientes y de la vanguardia auténticamente revolucionaria deberá enfocarse en la lucha por profundizar la revolución y atestar golpes definitivos que debiliten el sistema capitalista hasta llegar a su derrocamiento. Medidas como la expropiación de los medios de producción, abolición de la propiedad privada, tomas de fábricas e instituciones bancarias, constitución de batallones populares, la formación de organismos de doble poder y ante todo la necesidad de no aislar el proceso revolucionario en un solo país son fundamentales para llevar la revolución a su profundización y extenderla a otras zonas del mundo.
Las insurrecciones populares sin precedentes a finales de 2010 e inicios del 2011 en Túnez, Egipto, Líbano, Libia, Siria, Yemen, Djibouti, Bahréin, entre otros países concluyeron con el gobierno en manos del ejército, formación de nuevas constituciones y la caída de diversos monarcas y dictadores. A través de estos acontecimientos está más que demostrado que la burguesía nacional es innecesaria para la realización de las tareas de la revolución democrática y un estorbo que debe ser derribado. No obstante, los socialistas no necesitamos asumir el papel mesiánico de representar la verdad indiscutible y dar instrucciones de cómo hacer la revolución. “Nosotros necesitamos dar a los obreros y a todo el pueblo una noción clara e inequívoca de por qué queremos la constitución de un gobierno provisional revolucionario, de cuáles son precisamente las transformaciones que realizaremos si mañana ejercemos una influencia decisiva sobre el Poder, en caso de que la insurrección popular ya iniciada tenga un desenlace victorioso.”(Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática).  La participación de las masas es fundamental para tal objetivo y nuevamente, la ausencia de organizaciones proletarias dispuestas a profundizar la revolución y asumir la tarea histórica de encabezarla fue lo que no permitió  pasar de las medidas democráticas hacia las medidas socialistas.
Este tipo de acontecimientos, sólo confirman el hecho de que dentro de los marcos del régimen capitalista, ninguna lucha por una la revolución política puede triunfar, y que de no profundizar las insurrecciones llevándolas a la definitiva toma del poder por los sectores populares, lo único que tienen asegurado las masas son posteriores derrotas, la lucha es por llegar al socialismo o seguir en la barbarie.
También ha quedado demostrado, que las condiciones concretas de explotación e inhumanidad en que se encuentran diversas poblaciones, es una punta de lanza para la insurrección imprevista, que podrá llegar al poder incluso sin la presencia de un partido de la clase trabajadora, como lo ha demostrado la historia en otros tiempos y otros lugares. La tarea más inmediata a nivel internacional, es obtener conclusiones y lecciones de estos procesos, asumir una interpretación y una perspectiva, y aprender de los errores históricos.

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