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En la ciudad de Iguala, Guerrero, la madrugada del 26 de
Septiembre se perpetró uno de los mayores ataques del gobierno hacia el
normalismo y el movimiento en general. Mientras estudiantes de la Normal Rural
“Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, recaudaban recursos económicos para
asistir a la marcha conmemorativa del 2 de Octubre en el D.F., fuerzas
estatales coludidas con el grupo paramilitar “Guerreros Unidos”, en un primer
ataque, bloquearon el paso y dispararon indiscriminadamente a los normalistas,
o todo aquel que pareciera estudiante; después de más de 30 minutos en medio de
los disparos, algunos lograron escapar pero otros no tuvieron éxito. Apenas
empezaba la masacre. La segunda intervención, durante una conferencia de
prensa, los sicarios rafaguearon a los que se aglutinaban, incluyendo
periodistas y civiles. Testigos sostienen que durante la refriega, elementos del ejército estuvieron presentes, sin hacer nada.
El saldo fue de 4 normalistas asesinados: Daniel Solís Gallardo de Zihuatanejo; Aldo Gutiérrez Solano, de Tutepec municipio de Ayutla; Julio Cesar Ramirez Nava; y Julio Cesar Mondragón, de D.F., éste último fue encontrado con huellas de tortura y con el rostro desollado. Además 18 heridos uno de ellos, Aldo Gutiérrez Solano con "ruptura de cráneo por proyectil de arma de fuego", 20 estudiantes detenidos, y 58 desaparecidos. Aunado a ello, sumemos la muerte de 2 integrantes del equipo de futbol de tercera división “Los Avispones” y una mujer a bordo de un taxi.
El saldo fue de 4 normalistas asesinados: Daniel Solís Gallardo de Zihuatanejo; Aldo Gutiérrez Solano, de Tutepec municipio de Ayutla; Julio Cesar Ramirez Nava; y Julio Cesar Mondragón, de D.F., éste último fue encontrado con huellas de tortura y con el rostro desollado. Además 18 heridos uno de ellos, Aldo Gutiérrez Solano con "ruptura de cráneo por proyectil de arma de fuego", 20 estudiantes detenidos, y 58 desaparecidos. Aunado a ello, sumemos la muerte de 2 integrantes del equipo de futbol de tercera división “Los Avispones” y una mujer a bordo de un taxi.
Más de una semana ha pasado, y
a pesar de la gran manifestación e indignación demostrada en varios estados y
sobre todo de los normalistas a nivel nacional, no se ha hecho justicia: la
mayoría de los compañeros,
43, siguen desaparecidos y los asesinatos siguen impunes.
Recientemente, fueron halladas 6
fosas en un cerro de Pueblo Viejo, en Iguala, con 28 cuerpos, todos ellos calcinados e incluso algunos con disparos en la frente, fueron
colocados encima de troncos, mojados con combustible. A pesar de que no se
tiene certeza de que los cadáveres pertenezcan a normalistas, un detenido de
los “Guerreros Unidos"” declaró que después de la persecución a los autobuses
donde se trasladaban los estudiantes de Ayotzinapa, levantaron a 17 normalistas
para llevaros al paraje del Cerro Viejo, el cementerio clandestino que el
comando de sicarios utilizaba para desaparecer a sus víctimas. Por otra parte,
“se desconoce el paradero” del presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca
Velázquez, y del secretario
de seguridad pública municipal, Felipe Flores Velázquez.
Sin lugar a dudas esta cobarde represión
corrió a cargo del estado, que continúa con la política de militarización y control
social: un ataque violento y desmesurado contra
todo indicio de disidencia social. Política adoptada desde que inició la supuesta “guerra
contra el narco” en el 2006. Se han encrudecido los métodos para eliminar
cualquier síntoma de manifestación, y ya no basta con abarrotar las prisiones
con presos políticos, ahora con los excesos inhumanos de tortura y asesinato,
lo que se busca es desaparecer la oposición, tanto física como ideológicamente.
El objetivo es generar un ambiente de pánico entre la población, y por medio de
las fuerzas armadas, sicarios y comandos paramilitares, acostumbrarnos a la
cotidianidad de la violencia, la criminalización y ataque generalizado contra toda
oposición. Ya no sólo son los civiles y “daños colaterales” (sin restarles
importancia), el ataque ahora está dirigido, sobre todo, a militantes políticos
con arraigo social.
Además, es otra muestra del hostigamiento político
que el gobierno implementa contra las Normales Rurales, pues es evidente que la
educación con tintes sociales y sobre todo críticos, que imparten en estas
instituciones, son un grave peligro para los intereses y beneficios de la clase
dominante y sus lacayos. La oposición encarnizada que la burguesía
impulsa en contra de los normalistas no es extraña, siendo que, a través de generaciones han demostrado
su carácter combativo y solidario para los más necesitados, llevando la enseñanza a los rincones más apartados
del país. Recordemos el 12 de Diciembre de 2011,
las fuerzas del estado también accionaron sus armas contra los normalistas que
bloqueaban la autopista del Sol, exigiendo audiencia con Ángel Aguirre. Aquel día murieron
dos estudiantes: Gabriel Echeverría de Jesús y Jorge Alexis Herrera.
12 Dic 2011. Policías ministeriales disparando a normalistas en la Autopista del Sol |
Gabriel Echeverría y Jorge Herrera |
La movilización y respuesta organizada hacia el
terrorismo de estado también se está manifestando. Las normales rurales,
aglutinadas en la Federación de Estudiantes Campesinos y Socialistas de México
(FECSM) emplazaron a huelga; el Frente Unido de Normales
Públicas del Estado de Guerrero (FUNPEG), junto con la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación
en Guerrero (CETEG), incluso la participación de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias - Policía Comunitaria (CRAC - PC), ya impulsaron protestas multitudinarias, y con el paro de actividades, tomando dependencias
públicas y radiodifusoras, bloqueando avenidas, casetas y la autopista del Sol,
incluso atacando la “Casa Guerrero” y el Congreso; exigen la desaparición de
poderes en el estado, la destitución del gobernador asesino Ángel Aguirre, justicia para los
asesinados, esclarecimiento de los hechos, y sobre todo, que ningún crimen
quede impune. Otros estados como Oaxaca y Michoacán, también accionaron en
solidaridad con Ayotzinapa.
Con esta represión, el gobierno no hizo más que
explotar toda la rabia y descontento social que el pueblo y los sectores
marginados había estado guardando durante mucho tiempo, y la venganza que emerja
de estos será totalmente justificable. Todos sabemos que los asesinos tienen
nombre y apellido, ellos descansan plácidamente en sus mansiones de lujo, en la
Secretaría de Gobernación y en los Pinos.
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