El orden reina en Berlín.

Roque García.

Terror y plomo fue la respuesta dada desde la tribuna del poder burgués  a las demandas de democracia y justicia de los trabajadores alemanes en el invierno de 1918-1919. No podría ser otra cuando el orden del régimen es amenazado. Guillermo II, el káiser, mantenía a la Alemania de 1918,  en el fango de las trincheras, persistente en continuar el genocidio que fue la 1 guerra mundial, enviando a millares a la muerte que seducidos por el discurso patriota de honor al káiser y al imperio, marchaban al frente a combatir con sus pares en una situación no muy distinta a la de ellos.  Es conocida la traición de la socialdemocracia alemana al movimiento revolucionario cuando esta da su apoyo al imperio votando a favor de los créditos para la guerra, encabezando las traiciones en cadena dentro de la II internacional socialista. 



A la izquierda del partido socialdemócrata alemán surge la oposición de un grupo entre los que estaban Rosa Luxemburgo, Karl Liebknetch, Clara Zetkin y que aislado en medio de la sinrazón general, se opone a la masacre producto de la voracidad capitalista que busca expandir sus mercados y afianzar su dominio sobre nuevos territorios, aunque esto implicase el exterminio de millones. Firman junto a un puñado de revolucionarios reunidos en el poblado suizo de zimerwald, el “manifiesto de zimerwwald” donde también figuraban Lenin y Trotsky, haciendo un llamado a los trabajadores a transformar la guerra imperialista en guerra de clases. Y al igual que los trabajadores  progresistas del mundo, sabían lo que implicaba ser congruente en la mente y práctica, firme en el momento decisivo.  Sabedores de esto se lanzaron a la batalla por el  futuro con aquella certeza en mente que nos mantiene firmes y constantes en la lucha de los días presentes y que nos dice que la organización, trabajo y constancia resultaran en lo mejor posible para el mañana de la especie humana.
 
Manifestación obrera en 1918
 Muy pronto Recluidos  por su accionar, pasan los años de guerra en prisión, sin que esta situación carcomiera su voluntad y conciencia. En el viejo Imperio ruso, inmiscuido en la contienda, estalla en 1917 la situación que desembocara en la revolución de noviembre (octubre) ejemplificando lo posible que es una democracia obrera sobre bases nuevas y con miras a la construcción de horizontes mejores. 

 Agrupados en la Liga Espartaquista continúan el trabajo político y de agitación al interior de las asociaciones obreras, y más tarde dentro de los consejos formados en Noviembre de 1918 a partir de la rebelión de marineros en el puerto de Kiel. A pesar del peso político y tradicional de la socialdemocracia entre obreros y concejales, la liga espartaquista consigue ganar a sectores obreros consientes de que la salida para los trabajadores es la revolución, puesto que el actual régimen integrado por traidores y miembros de la vieja aristocracia en el poder después de la ciada de Guillermo II, defenderán sus privilegios. 
Karl Liebknecht en un mitín de la Liga Espartaquista

A escala mundial Durante 1918 una coalición de imperios y repúblicas burguesas  se lanza sobre  Rusia soviética en una guerra que dejara  consecuencias desastrosas para Rusia misma. En el caso específico de Alemania, el gobierno socialdemócrata encabezado por Frederick Ebert  combatirá con mercenarios y restos del ejército imperial a las milicias obreras en las calles de Berlín que atestiguaran el sofocamiento a mediados de enero de 1919. Rosa y Karl, teniendo una participación constante durante todo el proceso deben refugiarse ante la persecución sin cuartel que desata la contrarrevolución, Siendo encontrados el 15 de enero al interior de un hotel en Berlín. Vale la pena recordar las palabras de Rosa el día antes de su asesinato: «El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar sobre el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la victoria futura surgirá de esta derrota.
 
'¡El orden reina en Berlín!' ¡Estúpidos secuaces! Vuestro 'orden' está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y yo seré!» (El orden reina en Berlín).
 
Los revolucionarios ocupan el Palacio Real de Berlín.
Los pueblos de otros países reclamaban igualmente  el fin de la guerra.  Los nuevos gobiernos surgidos en el proceso del reacomodo territorial y político que sustituyeron a los viejos imperios, defenderían el nuevo orden, no permitirían que el ejemplo ruso se expandiera, puesto que la tendencia a seguir por ellos era la misma, enmascara  el sistema de explotación y barbarie, oculto entre  marañas y discursos que perduran aun. Pero el  asunto en Alemania no era casual evidentemente y pudo saldarse con la victoria de los obreros, aunque esto se cuestiona todavía, quizá lo mejor por ahora es tomar las enseñanzas de dicha experiencia, aprendiendo y preparando la victoria del mañana.

No hay comentarios: