Roque García.
Terror y plomo fue la respuesta
dada desde la tribuna del poder burgués a las demandas de democracia y justicia de los
trabajadores alemanes en el invierno de 1918-1919. No podría ser otra cuando el
orden del régimen es amenazado. Guillermo II, el káiser, mantenía a la Alemania
de 1918, en el fango de las trincheras,
persistente en continuar el genocidio que fue la 1 guerra mundial, enviando a
millares a la muerte que seducidos por el discurso patriota de honor al káiser
y al imperio, marchaban al frente a combatir con sus pares en una situación no
muy distinta a la de ellos. Es conocida
la traición de la socialdemocracia alemana al movimiento revolucionario cuando
esta da su apoyo al imperio votando a favor de los créditos para la guerra, encabezando
las traiciones en cadena dentro de la II internacional socialista.
Muy pronto Recluidos por su accionar, pasan los años de guerra en
prisión, sin que esta situación carcomiera su voluntad y conciencia. En el
viejo Imperio ruso, inmiscuido en la contienda, estalla en 1917 la situación
que desembocara en la revolución de noviembre (octubre) ejemplificando lo
posible que es una democracia obrera sobre bases nuevas y con miras a la
construcción de horizontes mejores.
Agrupados en la Liga Espartaquista continúan
el trabajo político y de agitación al interior de las asociaciones obreras, y más
tarde dentro de los consejos formados en Noviembre de 1918 a partir de la
rebelión de marineros en el puerto de Kiel. A pesar del peso político y tradicional
de la socialdemocracia entre obreros y concejales, la liga espartaquista
consigue ganar a sectores obreros consientes de que la salida para los
trabajadores es la revolución, puesto que el actual régimen integrado por traidores
y miembros de la vieja aristocracia en el poder después de la ciada de
Guillermo II, defenderán sus privilegios.
Karl Liebknecht en un mitín de la Liga Espartaquista |
A escala
mundial Durante 1918 una coalición de imperios y repúblicas burguesas se lanza sobre Rusia soviética en una guerra que dejara consecuencias desastrosas para Rusia misma. En
el caso específico de Alemania, el gobierno socialdemócrata encabezado por Frederick
Ebert combatirá con mercenarios y restos
del ejército imperial a las milicias obreras en las calles de Berlín que
atestiguaran el sofocamiento a mediados de enero de 1919. Rosa y Karl, teniendo
una participación constante durante todo el proceso deben refugiarse ante la persecución
sin cuartel que desata la contrarrevolución, Siendo encontrados el 15 de enero
al interior de un hotel en Berlín. Vale la pena recordar las palabras de Rosa
el día antes de su asesinato: «El
liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser regenerado
desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar sobre
el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron a
la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas
que serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo
que la victoria futura surgirá de esta derrota.
'¡El orden reina en Berlín!' ¡Estúpidos secuaces! Vuestro 'orden' está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y yo seré!» (El orden reina en Berlín).
Los
pueblos de otros países reclamaban igualmente
el fin de la guerra. Los nuevos
gobiernos surgidos en el proceso del reacomodo territorial y político que
sustituyeron a los viejos imperios, defenderían el nuevo orden, no permitirían
que el ejemplo ruso se expandiera, puesto que la tendencia a seguir por ellos era
la misma, enmascara el sistema de
explotación y barbarie, oculto entre marañas y discursos que perduran aun. Pero el asunto en Alemania no era casual evidentemente
y pudo saldarse con la victoria de los obreros, aunque esto se cuestiona
todavía, quizá lo mejor por ahora es tomar las enseñanzas de dicha experiencia,
aprendiendo y preparando la victoria del mañana.
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