La vida en la normal rural de Ayotzinapa.
Una pequeña descripción de la normal rural y de las personas presentes ahí, sin entrar en detalles minuciosos por cuestiones de seguridad, inicia el relato de nuestros días en los que acompañamos en cuerpo presente la lucha normalista. Descripción de lugares concurridos por los estudiantes, egresados, organizaciones y padres de familia son para nosotros importantes de describir para que el lector imagine, aunque sea levemente, el movimiento vivo. Sin olvidar, claro, una leve descripción física de los actores o figuras que protagonizan la lucha.
Aunque el título da referencia a algo más extenso y detallado, lo escrito aquí no es más que descripciones modestas de los normalistas y su Normal. Lo que trata es precisamente de describir los lugares y objetos que rodean a los normalistas, lo que para ellos significa su vida, el lugar donde pasan la mayor parte del tiempo mientras se forman como profesores.
En la entrada de Ayotzinapa, una guardia permanente y varias fogatas está resguardando la llegada y salida de los compañeros, cuando se pasa esta guardia un camino largo y curveado es lo que sigue, un callejón que durante la noche se hace un pasaje oscuro y ruidoso. Al final del largo pasaje curveado se da con la puerta principal de la normal, donde también una guardia controla la entra y salida de personas. La “Tía”, vendiendo picaditas, quesadillas, tacos, y a su alrededor muchos estudiantes hambrientos aglutinándose para saciar su hambre; padres de familia y vecinos cercanos repartiendo gratuitamente café, pan, tacos, pozole o lo que fuera posible a los estudiantes, no sólo en la entrada principal sino en varios puntos concurridos de la normal, especialmente fuera de algunos dormitorios, fue la primera imagen que tuvimos a nuestra llegada. Pasando por el auditorio se llega a los dormitorios con seis o más camas para los estudiantes, no queda mucho espacio para hacer otra cosa más que dormir.
Fuera de los dormitorios que utilizan los primerizos se encuentra el patio central o cancha techada, lugar donde se juega, pero también se lucha. En el comedor varias sillas y mesas aparentemente con mucho tiempo de uso pero que siguen siendo útiles para los jóvenes; la comida algunos días parecía escasa, arroz, frijol, tortillas y algún guisado con verduras, bien recibido por los normalistas, padres de familia y organizaciones. Algunas áreas verdes, donde practican deporte los “paisas” y que sirven para que los caballos corran, coman y sean molestados por el “minimí” uno de varios perros que vive en la normal. Pocos lavaderos para todos los estudiantes, pero son suficientes para que se lave la ropa sucia.
Escaleras, pasillos, muros, pisos e instalaciones cuarteadas, viejas y decoradas con murales revolucionarios y consignas políticas, ponen en evidencia los pocos recursos que se le otorga a la normal de Ayotzinapa, pero también los grandes esfuerzos que hacen los normalistas por conservar en buen estado su casa de estudios.
Cientos de jóvenes, rostros con un fuerte semblante de dignidad, con una profunda herencia indígena en las caras y en los cuerpos, algunos también con rasgos afroamericanos, dispuestos a dar la batalla como en otros tiempos lo dieron sus ancestros. Provenientes de las diferentes regiones del estado de guerrero, desde la montaña hasta la costa chica, muchachos de entre los 17 y 24 años nos dan una profunda lección de dignidad y un gran ejemplo de cómo debemos defender nuestros derechos.
El simple hecho de pertenecer a la normal es motivo para que esos jóvenes luchen por defenderla sin importar las posiciones políticas o ideológicas tienen la obligación de preservar su escuela aunque para ello tengan que desgastarse. Defenderla no mecánicamente, sólo porque la dirigencia lo dice así, sino porque saben perfectamente que sus demandas son justas y necesarias y ven en la lucha social la única manera de darles solución. Algunos de ellos entran a la normal sin ninguna noción política, pero a pesar de ello poco a poco la van desarrollando conforme van adquiriendo experiencia en las actividades y movilizaciones.
El simple hecho de pertenecer a la normal es motivo para que esos jóvenes luchen por defenderla sin importar las posiciones políticas o ideológicas tienen la obligación de preservar su escuela aunque para ello tengan que desgastarse. Defenderla no mecánicamente, sólo porque la dirigencia lo dice así, sino porque saben perfectamente que sus demandas son justas y necesarias y ven en la lucha social la única manera de darles solución. Algunos de ellos entran a la normal sin ninguna noción política, pero a pesar de ello poco a poco la van desarrollando conforme van adquiriendo experiencia en las actividades y movilizaciones.
Con ausencias en nuestra descripción de la Normal y los normalistas concluimos esta parte primera de escritos sobre la lucha en Ayotzinapa.Lo escrito es sobre lo que pudimos ver durante nuestra estancia allá, así que es muy probable que muchos lugares y hechos ocurridos en ese lapso no estén escritos aquí por el hecho de que no somos personas con habilidades omnipresentes. Sin embargo, pueden tener confianza en que incluimos en los textos manifestaciones y actividades de importancia política y descripción de pueblos y lugares importantes en el desarrollo de la lucha normalista.
* Las entradas siguientes, dan una mayor información sobre lo que presenciamos en los días que permanecimos en la normal de Ayotzinapa.
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