Por Universal
México, DF.- En abril de 1989, tras su arribo a Los Pinos después de un controvertido proceso electoral plagado de irregularidades que culminaron con la extraña caída del sistema de cómputo electoral, Carlos Salinas puso fin al caciquismo de Carlos Jonguitud Barrios en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y colocó en su lugar a Elba Esther Gordillo.
El entronizamiento de esa profesora chiapaneca, formada por el propio líder defenestrado, se dio en medio de un paro magisterial que amenazaba con desbordar las instituciones. Con esa maniobra Salinas se anotó su segundo triunfo como mandatario; el primero fue la captura de Joaquín Hernández Galicia, alias “La Quina”, a quien llevó a la cárcel luego de un operativo realizado en la residencia del líder petrolero en Tamaulipas, el 10 de enero de 1989.
Los golpes de timón afianzaron a Salinas, quien nunca ocultó su desmedida ambición por conservar el poder, a trasmano incluso, más allá de su sexenio, como él mismo lo declaró a los medios de comunicación.
Su administración, no obstante, estuvo impregnada de claroscuros: a las privatizaciones y a la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), su mayor logro, siguieron los homicidios del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el candidato del PRI a la Presidencia de la República, su delfín Luis Donaldo Colosio, y el de secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu. El levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en Chiapas, fue el colofón de su sexenio.
Y Salinas se fue, pero quedó su espectro y una de sus creaciones: Elba Esther Gordillo.
El sucesor de Salinas, Ernesto Zedillo, intentó deshacerse políticamente de La Maestra y le mandó un mensaje: “Es mejor que se vaya del país”. Este pasaje se encuentra en el libro “Los brujos del poder. El ocultismo en la política mexicana”, del reportero José Gil Olmos, puesto en circulación por Random House Mondadori en su colección Debolsillo.
LA LUZ DE ÁFRICA
La Maestra tomó sus providencias. Consultó con sus asesores, con sus colaboradores magisteriales, y dada su afición por la brujería, el esoterismo, la santería y otras prácticas de magia negra acudió también a cartomancianas, videntes, mediums y consejeros espirituales, quienes le aconsejaron hacer una carta astral del mandatario “para saber exactamente lo que se necesitaba y calmar sus ánimos, había que diagnosticarle su aura, sus fijaciones, todo lo que le gustaba y disgustaba. Para eso se tomaron fotos… para ver sus demonios, vicios y debilidades”, escribe Gil Olmos.
Las consultas se prolongaron durante un año, hasta que decidió viajar al continente africano en busca brujos y magos que le ayudaran a “ahuyentar las amenazas presidenciales”. El reportero recogió las declaraciones de gente cercana a la dirigente magisterial, testimonios de primera mano, para trazar la instantánea de Elba Esther cuando se sintió acorralada.
En su itinerario, La Maestra tocó Marruecos, donde visitó a un “lector” de caracoles, quien le reveló que tenía que ir a otro país: Nigeria. Ahí participó en un ritual donde el brujo de ese país le preguntó simplemente, dice uno de los entrevistados, “si el color de los ojos del jefe de nuestra tribu era café. Eso fue todo”. Cuando la maestra le contestó, el brujo dijo, a través del intérprete, que iba a cazar un león para desollarlo y transportar toda la energía del animal a Elba Esther Gordillo.
Ahí terminó la sesión. Al día siguiente el felino había sido sacrificado, agrega uno de los testigos de esa ceremonia. Un grupo de 10 personas comenzaron a despellejar al animal y recolectaron su sangre.
Relata el testigo: “Metieron a la maestra en una choza de paja y barro. Sin quitarle ni la blusa ni los shorts, le empezaron a untar los testículos del animal, las vísceras y la sangre, le amarraron la piel de la fiera y con las pezuñas le dibujaron diversos signos, todo esto en medio de muchos cánticos…
“La colocaron junto a la pared y la levantaron, poniéndola en una especie de pedestal donde no tocaba el piso. Debajo de sus pies pusieron diversas figuras de barro negro y hierbas. Le pidieron que agarrara fuerte una de las fotos del presidente Zedillo, que la abrazara y que dijera siete veces lo que deseaba.”
La ceremonia duró cuatro horas. Al final, La Maestra pagó 45 mil dólares. El brujo le dijo, riendo, que ella no tenía idea de lo que le iba a costar esto, que no se trataba de dinero, sino que iba a pagar con lo que más le iba a doler, con lo más querido. Poco después, ya de regreso en México, Francisco, su nieto preferido, se desnucó mientras jugaba con otros niños en el elevador del departamento en el que vivía.
“Más allá de lo increíble que pueda parecer esta historia –escribe Gil Olmos–, lo cierto es que el poder de la maestra Gordillo no se terminó con el sexenio de Zedillo. A partir de entonces éste aumentó hasta alcanzar niveles cada vez más y más altos, primero con Vicente Fox, cuando hizo amistad con Marta Sahagún y operó desde la Cámara de Diputados las propuestas de reformas constitucionales, y luego con Felipe Calderón, a quien, incluso antes que su partido, el PAN, le levantó la mano como ganador de la campaña presidencial de julio de 2006.”
CONQUISTAR EL FUTURO
La proclividad de los hombres y mujeres por obtener poder y conservarlo es antiquísima. Lo mismo lo han buscado reyes y emperadores que estadistas, caudillos y militares; lo mismo en la Grecia de los grandes filósofos que en el Imperio Romano, en Europa.
En México, como lo explica el autor de “Los brujos del poder...”, esa práctica data por lo menos del siglo XIX, cuando surgió el espiritualismo trinitario mariano impulsado por Roque Rojas y que, a decir de algunos, es el antecedente de los seguidores de la Santa Muerte, culto que, por cierto, presuntamente es apoyado por Gordillo Morales.
Son conocidas también las sesiones espiritistas de Francisco I. Madero y sus lecturas puntuales de los libros de Allan Kardec, así como el misticismo del general Felipe Ángeles. De estos dos personajes, Ignacio Solares escribió “Madero, el otro y Noche de Ángeles”, como lo registra Gil Olmos en su libro.
Entre quienes recurrieron a las prácticas esotéricas destacan el presidente Miguel Alemán Valdés, el tamaulipeco Manuel Cavazos Lerma, adicto a las pirámides y a los cuarzos, los asesores foxistas Santiago Pando y su teoría de los mayas galácticos, Alejandro Slucki, Rebeca Moreno, la propia consorte del “presidente del cambio”, Marta Sahagún, e integrantes del grupo ultraderechista El Yunque…
Sin embargo, como lo deja entrever el libro de José Gil Olmos, en sus lances metafísicos, en su empecinamiento por conservar el poder, de controlar el futuro, en sus intentos por unir la política con lo divino, la mayoría de los políticos mexicanos fracasan. Debe ser así pues su poder, por muy buscado que sea, sólo es temporal. Su búsqueda, así sea febril, tiene caducidad. Pensar lo contrario resulta cómico.
El entronizamiento de esa profesora chiapaneca, formada por el propio líder defenestrado, se dio en medio de un paro magisterial que amenazaba con desbordar las instituciones. Con esa maniobra Salinas se anotó su segundo triunfo como mandatario; el primero fue la captura de Joaquín Hernández Galicia, alias “La Quina”, a quien llevó a la cárcel luego de un operativo realizado en la residencia del líder petrolero en Tamaulipas, el 10 de enero de 1989.
Los golpes de timón afianzaron a Salinas, quien nunca ocultó su desmedida ambición por conservar el poder, a trasmano incluso, más allá de su sexenio, como él mismo lo declaró a los medios de comunicación.
Su administración, no obstante, estuvo impregnada de claroscuros: a las privatizaciones y a la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), su mayor logro, siguieron los homicidios del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el candidato del PRI a la Presidencia de la República, su delfín Luis Donaldo Colosio, y el de secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu. El levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en Chiapas, fue el colofón de su sexenio.
Y Salinas se fue, pero quedó su espectro y una de sus creaciones: Elba Esther Gordillo.
El sucesor de Salinas, Ernesto Zedillo, intentó deshacerse políticamente de La Maestra y le mandó un mensaje: “Es mejor que se vaya del país”. Este pasaje se encuentra en el libro “Los brujos del poder. El ocultismo en la política mexicana”, del reportero José Gil Olmos, puesto en circulación por Random House Mondadori en su colección Debolsillo.
LA LUZ DE ÁFRICA
La Maestra tomó sus providencias. Consultó con sus asesores, con sus colaboradores magisteriales, y dada su afición por la brujería, el esoterismo, la santería y otras prácticas de magia negra acudió también a cartomancianas, videntes, mediums y consejeros espirituales, quienes le aconsejaron hacer una carta astral del mandatario “para saber exactamente lo que se necesitaba y calmar sus ánimos, había que diagnosticarle su aura, sus fijaciones, todo lo que le gustaba y disgustaba. Para eso se tomaron fotos… para ver sus demonios, vicios y debilidades”, escribe Gil Olmos.
Las consultas se prolongaron durante un año, hasta que decidió viajar al continente africano en busca brujos y magos que le ayudaran a “ahuyentar las amenazas presidenciales”. El reportero recogió las declaraciones de gente cercana a la dirigente magisterial, testimonios de primera mano, para trazar la instantánea de Elba Esther cuando se sintió acorralada.
En su itinerario, La Maestra tocó Marruecos, donde visitó a un “lector” de caracoles, quien le reveló que tenía que ir a otro país: Nigeria. Ahí participó en un ritual donde el brujo de ese país le preguntó simplemente, dice uno de los entrevistados, “si el color de los ojos del jefe de nuestra tribu era café. Eso fue todo”. Cuando la maestra le contestó, el brujo dijo, a través del intérprete, que iba a cazar un león para desollarlo y transportar toda la energía del animal a Elba Esther Gordillo.
Ahí terminó la sesión. Al día siguiente el felino había sido sacrificado, agrega uno de los testigos de esa ceremonia. Un grupo de 10 personas comenzaron a despellejar al animal y recolectaron su sangre.
Relata el testigo: “Metieron a la maestra en una choza de paja y barro. Sin quitarle ni la blusa ni los shorts, le empezaron a untar los testículos del animal, las vísceras y la sangre, le amarraron la piel de la fiera y con las pezuñas le dibujaron diversos signos, todo esto en medio de muchos cánticos…
“La colocaron junto a la pared y la levantaron, poniéndola en una especie de pedestal donde no tocaba el piso. Debajo de sus pies pusieron diversas figuras de barro negro y hierbas. Le pidieron que agarrara fuerte una de las fotos del presidente Zedillo, que la abrazara y que dijera siete veces lo que deseaba.”
La ceremonia duró cuatro horas. Al final, La Maestra pagó 45 mil dólares. El brujo le dijo, riendo, que ella no tenía idea de lo que le iba a costar esto, que no se trataba de dinero, sino que iba a pagar con lo que más le iba a doler, con lo más querido. Poco después, ya de regreso en México, Francisco, su nieto preferido, se desnucó mientras jugaba con otros niños en el elevador del departamento en el que vivía.
“Más allá de lo increíble que pueda parecer esta historia –escribe Gil Olmos–, lo cierto es que el poder de la maestra Gordillo no se terminó con el sexenio de Zedillo. A partir de entonces éste aumentó hasta alcanzar niveles cada vez más y más altos, primero con Vicente Fox, cuando hizo amistad con Marta Sahagún y operó desde la Cámara de Diputados las propuestas de reformas constitucionales, y luego con Felipe Calderón, a quien, incluso antes que su partido, el PAN, le levantó la mano como ganador de la campaña presidencial de julio de 2006.”
CONQUISTAR EL FUTURO
La proclividad de los hombres y mujeres por obtener poder y conservarlo es antiquísima. Lo mismo lo han buscado reyes y emperadores que estadistas, caudillos y militares; lo mismo en la Grecia de los grandes filósofos que en el Imperio Romano, en Europa.
En México, como lo explica el autor de “Los brujos del poder...”, esa práctica data por lo menos del siglo XIX, cuando surgió el espiritualismo trinitario mariano impulsado por Roque Rojas y que, a decir de algunos, es el antecedente de los seguidores de la Santa Muerte, culto que, por cierto, presuntamente es apoyado por Gordillo Morales.
Son conocidas también las sesiones espiritistas de Francisco I. Madero y sus lecturas puntuales de los libros de Allan Kardec, así como el misticismo del general Felipe Ángeles. De estos dos personajes, Ignacio Solares escribió “Madero, el otro y Noche de Ángeles”, como lo registra Gil Olmos en su libro.
Entre quienes recurrieron a las prácticas esotéricas destacan el presidente Miguel Alemán Valdés, el tamaulipeco Manuel Cavazos Lerma, adicto a las pirámides y a los cuarzos, los asesores foxistas Santiago Pando y su teoría de los mayas galácticos, Alejandro Slucki, Rebeca Moreno, la propia consorte del “presidente del cambio”, Marta Sahagún, e integrantes del grupo ultraderechista El Yunque…
Sin embargo, como lo deja entrever el libro de José Gil Olmos, en sus lances metafísicos, en su empecinamiento por conservar el poder, de controlar el futuro, en sus intentos por unir la política con lo divino, la mayoría de los políticos mexicanos fracasan. Debe ser así pues su poder, por muy buscado que sea, sólo es temporal. Su búsqueda, así sea febril, tiene caducidad. Pensar lo contrario resulta cómico.
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