Habiendo propiciado el desarrollo urbano de todo un país, surtiéndolo en materias primas durante más de medio siglo a costa de la salud de sus propios habitantes, Apaxco se ve alcanzado por la selva de concreto. Tuvimos la oportunidad de conocer a un grupo de pobladores y ejidatarios que se oponen a la venta del último santuario ecológico de la región, el Cerro de la Mesa Ahumada —también conocido como Cerro Colorado—, donde se pretende construir un Conjunto Urbano Habitacional. En este escrito recogemos el testimonio del movimiento Apaxco Ecológico —cuyos integrantes nos invitaron a conocer su experiencia— y hacemos nuestra su lucha por la defensa del medio ambiente y el bien común.
El ejido de Apaxco y sus barrios —ubicado al norte del Estado de México, entre los municipios de Apaxco y Tequixquiac— es el reflejo vivo de lo que ocurre a nivel nacional. Es un territorio rico en recursos naturales, donde —de manera contradictoria— la mayoría de la población sufre condiciones de pobreza, donde la mezquindad y el divisionismo dan paso al saqueo transnacional y al deterioro ambiental.
Desde la asamblea ejidal de diciembre de 2010 se anunció la perspectiva de venta de 1136 hectáreas en tierras ejidales de uso común, tierras que actualmente sustentan actividades de autoconsumo, pastoreo, recreación y que representan un importante sustento ambiental para la región. Este proceso de privatización de la propiedad social —que se viene dando de manera acelerada en áreas “urbanizables” cercanas a la Ciudad de México desde la década de los noventas— se consolida a través de una serie de reformas y estrategias, entre las cuales destaca la reforma al artículo 27 constitucional en 1992.
Millones de cal… y nada de harina
La explotación industrial de los mantos calizos de Apaxco se remonta a la creación de la Compañía Cementos Apasco (la modificación ortográfica va por cuenta de la compañía), en 1928. Para mediados de los años sesenta, el grupo suizo Holcim se convierte en el principal accionista de la cementera, multiplicando su capacidad productiva y haciéndose de varios cerros, incluyendo al emblemático Cerro Blanco que figura a la vez en el glifo prehispánico del lugar y en el actual logotipo municipal.
Marina, hija de un obrero de Holcim-Apasco que pasó a ser ganadero tras su despido en 1995, nos platica que la primera modernización de la planta cementera propició la inmigración de millares de trabajadores y la conversión de amplios sectores del campesinado local en obreros asalariados. “Hasta se metían a las casas a buscar mano de obra”, comenta. A pesar de la calidad de vida que lograron alcanzar los trabajadores de las cementeras, la progresiva maquinización del sector —aunada a la “flexibilización” del empleo (entiéndase subcontrataciones y precarización del trabajo)— condujo a un despido masivo en 1995, cancelando así una era de aparente bonanza económica.
Una suerte similar corrieron los trabajadores de las demás cementeras establecidas en la región, entre las cuales destaca Cemex, nacida en 1906 en Tula, Hidalgo, y cuyo imperio de concreto comprende ahora decenas de marcas (Cemento Tolteca, Cemento Monterrey, Cemento Anáhuac, por mencionar algunas en México), centenares de plantas, concesiones sobre de canteras de agregados en todo el país, centros de distribución, terminales marítimas, etcétera.
La abundancia de recursos naturales —en particular los mantos calizos que han sido abiertos recientemente en los barrios de Pérez, Coyotillos y en la colonia Juárez— no ha redundado en la calidad de vida de los habitantes. Según nuestros anfitriones, entre 5000 y 6000 toneladas de cal son extraídas diariamente por medio de una nueva empresa ejidal, que recibe tres pesos con cincuenta centavos por tonelada extraída. “La gente pensaba que esta cooperativa era para beneficiar a los ejidatarios, pero no. Es una empresa particular constituida por 15 ó 20 personas y el recurso que se genera allí es para ellos. El 80% de su utilidad neta (ingreso/gasto) se supone que es para los ejidatarios, pero realmente no ha habido utilidad neta y por lo tanto no nos han dado nada”, nos explica uno de ellos. Otro de los integrantes del movimiento Apaxco Ecológico detalla:
“Están ubicados en un área que se denomina de uso común, entonces al extraerlos deben pagar al ejido. El problema es que al ser grandes cantidades las que se están manejando, pues las empresas —para cuestión de impuestos— necesitan que les entreguen facturas. Pero el ejido no da facturas. Entonces se crea una cooperativa denominada Cooperativa de ejidatarios titulares de Apaxco y sus barrios que se encarga de ser como un prestanombres para facturar todo lo que se extrae del ejido. Por eso creen los ejidatarios que esa cooperativa es ellos, pero en realidad no. Es de los cooperativistas que se encargan de hacer una triangulación para facturar los recursos que se extraen”.
Eco-capitalismo: falso remedio
Apaxco se encuentra ubicado en el corazón del corredor industrial Tula-Tepeji-Apaxco, sede del remoto milagro económico mexicano cuyos vestigios —la Termoeléctrica Francisco Pérez Ríos (CFE) y la Refinería Miguel Hidalgo (PEMEX), ambas líderes en sus respectivos ramos de producción energética— siguen alimentando a las industrias más sucias, como son las incineradoras de desechos industriales y las cementeras. Así, lo que antes parecía un milagro se revela ahora como una pesadilla ecológica que vulnera la salud de los habitantes de la región, considerada por la ONU como la más contaminada del plantea (1). La multiplicación de cánceres como leucemias, cáncer de pulmón o de testículos, de casos de infertilidad, de malformaciones fetales, de niños con retraso mental y de males como la conjuntivitis o diversas afectaciones respiratorias, se encuentra relacionada con esta situación, a decir de los propios pobladores y de los integrantes del Grupo Pro-Salud, que cuenta con el respaldado de organizaciones como la Global Alliance for Incinerator Alternatives, Greenpeace y el Centro de Análisis y Acción en Tóxicos y Alternativas (CAATA) (2).
Sin embargo, todos estos apoyos no han bastado para frenar el avance de las industrias extractivas. Y es que la nueva ola neoliberal trae consigo un nuevo discurso ecológico con el que se escudan estas industrias, como es el caso de Ecoltec S.A. de C.V., una filial de Holcim-Apasco que “recicla” residuos peligrosos y llantas, eliminándolos en los altos hornos de las propias plantas de cemento. Las operaciones de esta empresa no están exentas de riesgos ambientales y sanitarios para los habitantes de la región. En un reporte titulado Holcim-Apasco, el poder y la muerte por humos en México (3), la asociación civil Otros Mundos da a conocer los eventos que desataron el descontento popular contra Ecoltec y que dieron origen al Grupo Pro-Salud, cuyos reclamos han sido ignorados por las autoridades:
“En mayo de 2009, en uno de los eventos relacionados con acrilato, se produjo un olor intenso que provocó dolores de cabeza, tos e irritación de ojos y garganta a gran número de vecinos y vecinas: las emanaciones se extendieron a 11 comunidades con 30.000 habitantes en un área de cuatro kilómetros cuadrados. Mes y medio antes, el 21 de marzo de 2009, 11 campesinos de la zona murieron cuando hacían labores de limpieza en un pozo, al inhalar sustancias tóxicas y perder el conocimiento, aunque la parte oficial dijo que murieron ahogados. Sólo sobrevivió el campesino Francisco Álvarez Salinas, quien vio inertes a sus compañeros y llamó a las ambulancias”.
Además, la suiza Holcim —líder mundial en la minería de arrastre— fue condenada en 2010 por el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) llevado a cabo en Madrid y que tuvo por tema central: La Unión Europea y las empresas transnacionales en América Latina. (4). Al respecto, Grace García Muñoz —coordinadora regional del programa Justicia Económica y Lucha contra el Neoliberalismo, de Amigos de la Tierra— afirma que “la estrategia de la empresa (Holcim) es mostrarse como una entidad que desarrolla su actividad de manera sostenible en términos ambientales, idea que es divulgada y reforzada por medio de sus alianzas con universidades públicas y privadas en los países donde tiene presencia”. En efecto, la incineradora Ecoltec, a pesar de generar emisiones nocivas y aumentar la productividad de una de las cementeras más contaminantes del país (5), participa orgullosamente en el Centro de Estudios del Sector Privado para el Desarrollo Sustentable (Céspedes), el brazo “ecológico” de la COPARMEX.
La selva de concreto amenaza al último “pulmón”
En estas tierras vulneradas por décadas de industrialización a ultranza —ahora maquillada de verde— se pretende extender la mancha urbana, siguiendo los mismos métodos que han convertido al Valle de México en una selva de concreto y casitas de “interés social”: compra de autoridades ejidales, adquisición de grandes extensiones de tierra, cambio de usos de suelo en complicidad con autoridades municipales, usurpación de pozos de uso agrícola y —desde luego— una política de Estado que favorece a las grandes empresas productoras de vivienda por medio de instituciones como el INFONAVIT o el FOVISSSTE.
Esta política a hecho que la Zona Metropolitana de la Ciudad de México se extienda cada vez más hacia el norte, convirtiendo a Tecámac, Zumpango y Huhuetoca —las tristemente celebres “Ciudades Bicentenario” de Peña Nieto— en verdaderas ciudades dormitorio, habitadas por millones de endeudados. Es precisamente junto a la frontera con el municipio de Huehuetoca, en las faldas del Cerro Colorado, donde se pretende implantar el nuevo fraccionamiento. A pesar de que el municipio de Tequixquiac aun no dispone de un Plan de Desarrollo Urbano —necesario para poder autorizar los nuevos conjuntos urbanos— es de suponer que ya se esté cocinando a espaldas de los ejidatarios o en complicidad con algunos de ellos. Los intereses económicos, ligados a la ubicación del paraje, son enormes : vendría a prolongar los desarrollos existentes, ubicándose a escasos kilómetros de la futura estación terminal de Tren Suburbano, en Huehuetoca.
A los ejidatarios no sólo les preocupan los problemas sociales que puedan surgir con la llegada masiva de nuevos habitantes a una zona donde de por sí no se generan empleos y donde el agua potable empieza a escasear, sino que mencionan también la importancia que tiene para ellos la conservación de este pulmón comunitario: es a la vez una reserva natural para la flora y fauna de la región y un espacio recreativo de uso común. La gente acostumbra venir al Cerro Colorado a pasear, a recolectar plantas medicinales o culinarias, a nadar cuando los abrevaderos están suficientemente cargados. “Si nos lo quitan… ¡perdemos todo!”, resume uno de los más viejo ejidatarios, que ve con desconfianza las maniobras del comisariado ejidal.
La asamblea de ejidatarios de Apaxco y sus barrios
El ejido de Apaxco se constituyó en el año de 1929, contando con 525 ejidatarios. Al año 2011, se registran 98 nuevos integrantes, en un proceso plagado de irregularidades. Durante la entrevista colectiva, algunos descubren estupefactos una serie de actas manufacturadas recientemente, en las que se acredita a fulano como ejidatario y se da de baja al primo o al compadre. “Pero si Juan no ha muerto, ¿cómo lo van a dar de baja? ¿quién aprobó esto?”.
La conferencia de prensa a la que fuimos convocados se convierte en un espacio de diálogo y toma de conciencia: se hace evidente que la información no circula debidamente y que el comisariado ejidal ha estado maniobrando en función de sus propios interéses. Ante esta situación, el grupo de inconformes decide preparse para confrontar a las autoridades en el marco de la asamblea del 9 de noviembre, convocada por el comisariado ejidal.
Finalmente, la camapaña de información —casa por casa— resulta exitosa. El día de la asamblea, a la hora anunciada, llegan decenas de vecinos y ejidatarios dispuestos a poner el debate sobre la mesa. Se topan con un salón ocupado por algunos “tempraneros” y cerrado con candado. La estrategia del “madruguete” aplicada por el comisariado busca impedir el debate pero fracasa: las mayorías se encuentran afuera, son un tumulto de inconformes que reclaman información sobre los recursos obtenidos por la “coperativa” ejidal, sobre las concesiones a las empresas cementeras, sobre la intensión de vender el Cerro Colorado, sobre los nuevos ejidatarios, sobre las casitas que les quieren imponer y sobre sus efectos para el abastecimiento de agua. “La tierra no se vende, se ama y se defiende”, claman algunos. Los medios locales reportan que “los ejidatarios de Apaxco y sus barrios se manifestaron por la defensa de los títulos de terrenos ejidales, la transparencia de las finanzas, y el rechazo a la construcción de 90,000 viviendas de interés social en la Colonia Santa María” (7).
Ante la presión social generada por el movimiento, el comisariado no tiene más remedio que emitir un Acta de No Verificativo en la que se compromete a no volver a tocar el tema de los fraccionamientos… ¿pero por cuánto tiempo?
Los ejidatarios y vecinos organizados del pueblo de Apaxco son un importante referente de lucha. Al día de hoy han conseguido frenar la venta de estas tierras gracias a la participación de la comunidad y a la labor de información impulsada por el sector más consciente de la población. Sirvan estas experiencias como un ejemplo de resistencia ante el avance de la selva de concreto, para que el Valle del Anahuac no sea convertido en un desierto de casas geo, de colonias “Ara 3”, “Homex”, “Beta 4”, “Héreos de Sadasi”; para que “vivir” no se vuelva sinónimo de “pagar la hipotéca”; para que el cemento —que durante años han tenido que respirar— no se convierta en una realidad cotidiana de 30 métros cuadrados y que después venga algún presidente a hacer alarde de su política de vivienda (7).
(1) En 1975 la ONU declaró a la región de Tula como Zona de Desastre Ambiental. 30 años más tarde, según Amigos de la Tierra Internacional, 2011, Holcim en América latina: estudios de caso, en línea: http://www.censat.org/publicaciones?task=view&catid=10043&id=51, la misma institución declaró la zona Tula-Tepeji-Apaxco como la más contaminada del mundo. Ver también: Proceso (la redacción), 2 de marzo de 2005, El corredor de Tula, cloaca de las ciudades, en línea: http://hemeroteca.proceso.com.mx/?p=225601
(2) Thelma Gómez, 5 de febrero de 2010, Un paisaje gris que enferma, El Universal, en línea: http://www.eluniversal.com.mx/nacion/175434.html
(3) En Amigos de la Tierra Internacional, 2011, Holcim en América latina: estudios de caso, en línea: http://www.censat.org/publicaciones?task=view&catid=10043&id=51, páginas 23 a 27.
(4) Ver el artículo de Grace García Muñoz, Campaña latinoamericana contra Holcim en el tribunal permanente de los pueblos en Madrid, en Holcim en América latina: estudios de caso, 2011, en línea: http://www.censat.org/publicaciones?task=view&catid=10043&id=51, páginas 28 a 30. Cabe mencionar la reciente apertura del Capítulo mexicano del TTP (2011-2014), donde se abordan los problemas ligados al libre comercio, la guerra sucia, la impunidad y los derechos de los pueblos: http://www.tppmexico.org
(5) Según el reporte de Otros Mundos A.C., Holcim-Apasco, con sus 11 millones de toneladas de cemento anuales, está ubicada en el 4° lugar de las empresas más contaminantes de México, emitiendo a rededor de 5 millones de toneladas de CO2 cada año (de bajo de PEMEX, CEMEX y Altos Hornos de México). Sin embargo, según estimaciones de la A.C., las emisiones reales duplican las cifras oficiales.
(6) Noticias de Zumpango. “Apaxco Unido por la Tierra; ejidatarios rechazan fraccionamientos.” Noviembre de 2011. http://www.zumpangolandia.com/modules/news/article.php?storyid=2182
(7) Cabe mencionar la experiencia del conjunto urbano construido en el vecino municipio de Atotonilco de Tula, “Paseos de la Pradera” (Casas Quma), donde las familias tuvieron que ser desalojadas por las malas condiciones de la viviendas. Meses antes, Felipe Calderón grababa allí mismo un espot promocionando sus logros en materia de vivienda. Ver: Graba Calderón Spto en Atotonilco Con operativo militar, en La Crónica de Hoy en Hidalgo: http://www.cronicahidalgo.com/2011/08/graba-calderon-spot-en-atotonilco/ y Desalojan casas donde Calderón presume logros en vivienda, Excelsior
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