19 de marzo del 2016
¡NESTORA LIBRE!
En junio de
2013, Nestora Salgado García recibió en su casa a un grupo de mujeres de su
comunidad, Olinalá. La casa servía a la vez como oficina de la comandancia de
la policía comunitaria y Nestora, madre de tres jóvenes, había sido nombrada en
asamblea popular comandante de ese cuerpo policiaco, adscrito a la Coordinadora
Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), al amparo de la ley 701 de
Reconocimiento, Derechos y Cultura de los Pueblos y Comunidades Indígenas de
Guerrero, promulgada a mediados de 2009. Las señoras iban preocupadas a su
encuentro con la comandante Nestora. Pues, sus hijas, entre ellas Dulce Rubí Burgos
y Yesenia Castillo Mesa, habían salido de sus casas días antes y no habían
vuelto. Las madres sabían que las jóvenes andaban en algo malo. Ambas chicas
tenían, en ese entonces, 17 años. La comandante movilizó a sus unidades y
pronto localizaron a las adolescentes. Consta en oficios firmados por Dulce y
Yesenia, con el sello del Consejo Ciudadano Olinalteco y las rúbricas de la
propia Salgado, confesaron que habían ido a pasear varios días, a tomar micheladas y a pernoctar en casas de distintos
amigos en Huamuxtitlán y hasta Tulcingo.
A diferencia de otras casas de justicia del sistema CRAC-PC, en la
de El Paraíso –a la que pertenecen Olinalá, Tixtla (cuya policía hoy día es
responsable de la seguridad de la normal rural de Ayotzinapa) y Huamuxtitlán–
se propuso un programa que fuera más allá de la seguridad y abarcara la
reintegración y reducación de jóvenes delincuentes e infractores. Normalistas
de la escuela Raúl Isidro Burgos son los encargados de esos proyectos
educativos.
Las madres de las jóvenes convinieron con la CRAC y el consejo
olinalteco que sus hijas pasarían un tiempo de reducación en cualquiera de las
cuatro casas de justicia que tenía la policía comunitaria como parte de su
sistema de reinserción. Hay actas firmadas. Con el rubro Reeducación, con fecha del 10 de junio
de 2013, consta el acuerdo. Es
para beneficio personal, familia y sociedad, se subraya. Cuatro chicas, con la
autorización expresa de sus madres, se acogieron a ese sistema.
Meses después, Miranda de
Wallace entra en escena y manipula a las señoras que pidieron
ayuda a Nestora. Las
señoras, se volvieron en contra de Nestora, cambiaron las versiones que
ofrecieron ante el Ministerio Público (MP) y hoy la acusaron de secuestro. La
historia de la hija fue cambiada a iniciativa del exprocurador Iñaki Blanco y
Wallace. Los señalamientos de Dulce Rubí y Yesenia de haber sido víctimas,
agravado por el hecho de ser menores, son los que más pesaron en las
circunstancias que tuvieron presa a la comandante de Olinalá desde hace casi
tres años. Pero no surgen de manera aislada, los une el mismo Estado fallido,
las instituciones corrompidas, la red gubernamental de narcotráfico y trata de
personas. Uno de estos personajes es Isabel Miranda. Lucha por mantenerse en el
escenario partidista a costa de la libertad de personas inocentes y da escandalosas
conferencias de prensa con información falaz en su desesperada acción por
conservar algo de credibilidad.
Ahora
Isabel de Wallace dice que la libertad de la comandanta Nestora muestra
que “pudo más la política que la
justicia”. Wallace adelantó que en días próximos podría interponer una denuncia contra los jueces que
permitieron su liberación. Es en esta escena donde la cómplice de Iñaki, la
“señora Wallace”, encuentra la oportunidad de salir en los medios y obtener algunas
prebendas más para su organización “Alto al secuestro”, a costa de mentir,
pagar a agentes ministeriales torturadores, falsificar documentos oficiales,
alterar evidencias, cometer perjurio, agredir a los familiares de las
verdaderas víctimas. Entre otros delitos, no olvidemos que construyó el teatro
del crimen contra su hijo Hugo Alberto Wallace Miranda.
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