Por Francisco Navarro
Tras una revolución en Inglaterra de carácter socialista se incrusta en el poder una burocracia partidista que termina por hacer a un lado los ideales que impulsaron la lucha inicial revolucionaria del pueblo e instauran un imperio llamado Ingsoc (Socialismo Ingles) comandando por un miembro del partido en el poder que es llamado respetablemente El Gran Hermano. El rostro con ojos intimidantes y vigilantes del gran hermano es visto en cualquier parte, por las calles hay decenas de carteles de todos tamaños con ese rostro y bajo él se lee: El gran hermano te vigila. Y efectivamente vigila, por doquier hay instaladas cámaras de video que detectan cualquier movimiento por más pequeño que este sea, hasta los gestos más inconscientes son detectados.
Ni en la intimidad del hogar se salva uno de esa extrema vigilancia, en cada habitación hay instalada una telepantalla que al mismo tiempo que emite imágenes y sonido también las capta, puede observar cada rincón y captar cualquier sonido de la habitación, la telepantalla siempre habla enumerando los logros del Ingsoc ya sea en la guerra o en la producción, se le puede disminuir el volumen de sonido pero nunca callar totalmente. No se vigila para el cuidado de los miembros del partido, sino para su sujeción. Winston Smith, protagonista de la historia, es un hombre de unos 40 años aproximadamente, muy envejecido y quejumbroso para su edad, que trabaja en el ministerio de la verdad modificando noticias pretéritas para que en el presente den siempre la razón y beneficien al partido gobernante, él es un gran enemigo del partido y sus reglas. Pudo adquirir de contrabando un cuaderno sobre el que escribiría un diario confesionario, donde pondría todo el odio que siente por el partido y su opresión, y también las primeras conclusiones a las que pudo llegar gracias a que su trabajo le permite saber que el partido miente al modificar a cada minuto las noticias pasadas para que en el presente concuerden con la realidad y dé legitimidad al partido.
El proceso degenerativo de la revolución Inglesa descrito en la obra de Orwell se da de una manera similar al que se conoce en la historia de la revolución Rusa. La burocracia se incrusta en el poder y para que no haya amenazas a su dominación recurre a la persecución, la desaparición y la eliminación física y moral de los viejos revolucionarios más consecuentes y leales a los ideales socialistas. La burocracia dominante puede legitimar sus acciones represoras y traidoras gracias a que acusa a los detenidos políticos de traidores a los ideales revolucionarios y de tener nexos con las naciones en pugna.
Pero esta no es la única manera que tiene el Ingsoc para perpetuar su autoridad. La tergiversación de la información, modificación de los hechos históricos, discursos patrióticos para justificar la guerra permanente, la educación infantil encaminada a convertir a los infantes en pequeños mounstros fieles sólo al partido y al gran hermano dispuestos a señalar a sus padres de traidores, los mensajes constantes transmitidos por la telepantalla que enumera el crecimiento en la producción de diversas ramas de la industria sin que se refleje en el mejoramiento de la vida, los periódicos publicando información falseada, la policía del pensamiento atenta a que ningún individuo se desvié de la conciencia colectiva amenazando con “re-educarlos” si llegan a caminar por otros senderos del pensamiento, libros de historia que no cuentan cómo fue la vida antes de la revolución y que pinta como a un Mesías al gran hermano y al partido, etc. Pero pese a todo el aparato ideológico de coerción hubo quien que se atrevió a desafiar lo establecido y a las verdades supuestas como eternas para cuestionar su realidad que aunque temiéndole a la terrible policía del pensamiento se lanzó a la ardua y peligrosa tarea de averiguar una alternativa a la opresión vivida. Para que diga al fin, sin miedo, que 2+2=4 tiene que oponerse a la mentira que le hace creer el Estado a través de sus aparatos ideológicos de que 2+2=5.
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