Voces, imágenes y testimonios de la lucha en Ayotzinapa

Ayotzinapa con hambre de justicia

Con una ración de alimentos de $50 pesos al día que otorga el gobierno del estado para cada uno de los estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, se tiene que desayunar, comer y cenar, con una infraestructura que data de hace muchos años, con poco espacio, y con poco personal encargado de las labores de cocina y aseo, los estudiantes se llevan día a día un bocado de alimentos que les permita tener la energía suficiente para otra jornada de lucha y estudio. Sin embargo a raíz del conflicto político desatado tras el asesinato de dos estudiantes normalistas el pasado 12 de diciembre, los estudiantes han dejado de recibir el subsidio de alimentos y el personal que laboraba en el comedor ha dejado de laborar. La situación se ha vuelto por de mas difícil, abandonados a su suerte por la irresponsabilidad gubernamental,  los estudiantes han cambiado las aulas y los libros de textos, por el comedor  y las cacerolas. Sobreviviendo de la solidaridad que padres de familia, sindicatos, organizaciones sociales, y estudiantes de otras instituciones educativas han proporcionado desde los inicios del conflicto, ahora la dieta se ha vuelto mucho mas reducida: sopa, arroz, frijol, café y tortillas son los platillos y bebidas más recurrentes en la alimentación de la vida del normalista de Ayotzinapa hoy en día. En el mejor momento como el 24 y el 31 de diciembre se organizó una colecta de padres para que se pudieran tener pollos rostizados y mole como cena de navidad y año nuevo. Estos son algunos de los testimonios del estudiantado de Ayotzinapa y un urgente llamado de auxilio para que nos solidaricemos con su causa. Desde “El Comienzo” solicitamos a todos que no dejemos que el hambre venza la digna y justa lucha de nuestros camaradas de Ayotzinapa.


Cultura y deporte en Ayotzinapa

El normalismo rural no solo se concibe como la instrucción educativa en términos académicos, sino que su participación en la cultura y el deporte han sido uno de los pilares del proceso educativo. Concebido de forma integral la academia, el deporte y la cultura deberían ser los criterios que normaran toda la educación en el país. Dicha concepción choca de manera directa con los intereses del gran capital, el cual ve en la educación publica un privilegio; educación, cultura y deporte para los hijos de obreros y campesinos son para los gobernantes y los burgueses un exceso desde su concepción mercantilista, por ello desde hace muchos años han hecho lo posible por deteriorar las instalaciones culturales y deportivas de la normal, aunado a ello la ausencia de profesores y equipo deportivo, musical y técnico coloca a los normalistas ante un triple reto, conservar sus instalaciones, financiar sus propios instrumentos, atuendos y equipo deportivo, además de conseguir instructores dispuestos a apoyarles. A pesar de las deficiencias, la normal rural mantiene un alto perfil en apariciones en las comunidades con su rondalla, su banda de guerra y su club de danza, además de ganar diversos campeonatos deportivos en el estado y a nivel nacional.




El apoyo de organizaciones sociales en la normal

A pesar del temor de un desalojo violento que se cierne en todo momento en la normal, individuos y organizaciones han acudido al llamado de solidaridad de diversas formas. Todas las formas de apoyo desinteresado que se pueda otorgar al estudiantado de la normal rural de Ayotzinapa es sin duda alguna, bien recibido. Algunas organizaciones han estado desde el primer minuto presentes con acciones, contingentes y presencia física. A continuación presentamos el testimonio de uno de los personajes que desde los primeros días en que el conflicto ha tomado mayores dimensiones ha vivido día a día y codo con codo la lucha de manera activa como uno más de los normalistas. Fieles a la tradición y a la frase celebre de Lucio Cabañas Barrientos de “Ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo” todo una familia de luchadores sociales desde los mas pequeños hasta los mas grandes han vivido cada una de las experiencias de lucha que ocurren a diario en una normal rural del estado de Guerrero. José Luis Arroyo Castro junto con sus pequeños hijos que no rebasan los 12 años y su pareja y compañera, reconocida dirigente del pueblo de Atoyac, son uno de los ejemplos de que para esta y cualquier lucha, no hay edades ni sexos.



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