A un año de la desaparición de los compañeros normalistas de Ayotzinapa


Al pueblo trabajador
a las bases del magisterio democrático,
a los sectores y personas en lucha,
al estudiantado consciente:


La lucha que estalló tras los dramáticos hechos sangrientos contra estudiantes normalistas de Ayotzinapa el 26-27 de septiembre del 2014, derivó en una de las crisis políticas en México más importantes desde el 2006. En Guerrero, epicentro de los acontecimientos, el estallido social apalancó un proceso que ya venía desarrollándose a través del repunte del movimiento de los grupos campesinos de autodefensa partir de enero de 2013, mismo que extendió sus posiciones con diferentes grados de consolidación a 46 poblados y comunidades de los 81 municipios que conforma dicha entidad. Además, en abril de ese mismo año, teniendo al magisterio democrático aglutinado en la CETEG como columna vertebral diferentes organizaciones sindicales y campesinas locales reorganizaron al Movimiento Popular Guerrerense (MPG).

A pesar de las supuestas “verdades históricas” que pretendían desviar la responsabilidad de mandos de los diferentes niveles de gobierno, fuerzas policiales y castrenses, a  nivel nacional, el caso de Ayotzinapa permitió que un sector que no se encontraba vinculado al movimiento social pudiese empezar a identificar el papel represor del aparato estatal; que este a representa los intereses del gran capital y no tiene reparos en comprobar que a su paso chorrea sudor y sangre sin reparo alguno; que el narcotráfico al ser una empresa con grandes capacidades financieras no tiene necesidades de enfrentarlo, si bien lo puede comprar; que la guerra no es entre carteles y gobierno, sino que va dirigida contra quien se manifieste y le estorbe al poder en turno; que somos la carne de cañón de la que creen poder deshacerse cuando se encuentran en crisis. No es casualidad que las y los muertos y “desaparecid@s” los estemos poniendo l@s oprimid@s. Nos deben decir algo las más de 150 mil muertes, las más de 23 desapariciones y los más de 7 feminicidios que ocurren día con día en el país.

Si bien se han dado algunos pasos hacia adelante, se nos siguen presentando grandes desafíos a resolver. La desconfianza es algo visible pero el descontento y la combatividad se mantiene en gran parte por el sector magisterial y popular movilizado. Las periódicas protestas no son flor de un día, pues también las privatizadoras reformas estructurales nos demuestran que no estamos susceptibles solamente a la casi acostumbrada ola de violencia desencadenada por el Narcoestado, sino las diversas agravantes que se ya se empiezan a observar en cuanto a un control que pretenden imponernos mientras se precariza aún más nuestra vida. Un claro ejemplo lo es la reforma educativa, pues a través de ella, el Estado quiere terminar y romper unilateralmente, la relación laboral que desde hace décadas tenía con el magisterio así como la entrega legítima de plazas al normalismo, logros sostenidos a base de movilizaciones y de la lucha constante que las y los docentes sostienen en las aulas. Dicha reforma se encuentra trasladando al magisterio, sin gradualidad y sin argumentos, al reino de  la inseguridad laboral; institucionaliza su vigilancia perpetua. Ignora considerar mínimamente las condiciones reales en las que debe  efectuarse el proceso de aprendizaje, lo que es señal que la educación se encontrará cada vez más subordinada a la producción y los intereses empresariales. Es por ello que la tarea más importante de éste momento es capitalizar el salto que desató

Ayotzinapa en nuestras conciencias, no debe ir separado de las consignas que hacen evidente la necesidad de una vida más digna, sin la opresión y la violencia que la clase dominante emprende contra nosost@s. Visibilizar el constante acoso policial y militar del que estamos siendo objeto en Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Chiapas y diversos referentes con antecedentes de resistencia; así como las agresiones recientemente cometidas contra compañeras normalistas rurales de Panotla, Tlaxcala y contra compañeros normalistas rurales Tiripetio, Michoacán; las agresiones por parte de brazos porriles y grupos de choque contra espacios de organización estudiantil, como las recientemente sucedidas contra alumn@s y activistas del CCH Vallejo y ordenadas por Estado y autoridades universitarias, sin dejar pasar las agresiones contra estudiantes en Veracruz; los atentados cada vez más constantes contra el periodismo crítico e independiente, y toda clase de opresión cotidiana.

Sin duda alguna este 26 de septiembre es un indicador decisivo en el estira y afloja de lucha de clases, por lo que es preciso prepararnos y forjar organización en nuestras diversas trincheras, creando comités de defensa, acción y lucha en todos los centros de trabajo,  universidades, colonias obreras, barrios y comunidades campesinas con la idea firme que puedan materializar verdaderas acciones de fuerza contra el capitalismo. Para cerrarle el paso a las reformas estructurales y frenar la violencia contra l@s oprimid@s, como en el caso de Ayotzinapa, es prioritaria la unificación del movimiento del pueblo trabajador sobre la base de un programa que recoja sus demandas más sentidas y estar conscientes que la justicia no la podemos encontrar en el Estado que nos apunta ni conciliando con la clase que lo mandata.

Es necesario dotar las consignas de presentación con vida y la oposición a las reformas estructurales de un carácter revolucionario y retomar los procesos de organización y autodefensa que han demostrado ser eficaces en diversas comunidades para detener el dominio del Narcoestado, tal es el caso de las policías comunitarias y los consejos populares. Claro es que la clase trabajadora y explotada así como el estudiantado deben defender de la mano sus reivindicaciones, recurrir a las protestas y movilizaciones para impedir que el estado siga pisoteando sus legítimos derechos. Entonces dejaremos de ser esclavos y esclavas para convertirnos en human@s que comienzan  a exigir que su trabajo no sirva para enriquecer a un puñado de parásitos, sino para vivir dignamente en lo que puede empezar a ser una nueva sociedad. Mantengamos las movilizaciones coordinadas (brigadeos, marchas, plantones) que aterricen en paros y huelgas efectivos y que permitan dar un golpe certero contra el régimen que se pudre cada vez más, son estas acciones las que infunden miedo en l@s poderos@s, precisamente porque comienzan a hacer vacilar su dominio.



¡Porque viv@s se l@s llevaron, viv@s l@s queremos!
¡La justicia de los 43 está en las calles!


Combativamente:

 El Comienzo Periódico.